Escribe: Dimas Arrieta Espinoza
Lima (Ediciones
ALTAZOR, 2012), es la primera parte del proyecto La épica del desastre. Quedarían pendientes: Post mortem, Los ojos de las
estatuas y Las vértebras del fuego.
Pero, este libro nos interesa como unidad, como construcción sólida que propone
una poética dentro de los asedios de una vida: vívida y vivida. Un edifico
poético ensamblado con una estructura de emociones: fracasos, gritos de
impotencia, éxito y tristeza.
Con este motivo
quisiera revisar brevemente esta propuesta desde cinco categorías: manía,
norma, carmen, poiésis, el ritmo. Pues Lima,
de Harold Alva, no es un poemario, es un libro lleno de matices que hacen
posible un vistazo por el origen de las palabras y el mandato rector de
nuestros clásicos.
Manía
La manía para los
griegos fue la posesión. La poesía es una manía divina, decía Platón. No es el
concepto equivocado que tenemos de esa palabra. Pues el poeta entra en estados
de posesión divina cuando revela, desvela, enuncia, codifica, sufre diciendo,
revuelve y pone en símbolos lingüísticos lo que palpa y siente la realidad que
lo oprime. Por lo tanto, la manía es un estado de conciencia superior ajeno a
la pobreza de espíritu en que los seres humanos solemos quedarnos en la rutina.
Esta poética de Lima, de Harold Alva,
son manías puras, posesiones terrestres y divinas de luces y oscuridad. Pero
esta manía que nos revela la dureza de estos tiempos, los días de caos en el
transporte y las noticias de muertes y otros males que atacan a la ciudad, son
puestos en el filtro de la trascendencia, porque ella dialoga con lo divino,
con lo que hay que salvar en esta épica
del desastre.
En el primer poema ya
está enunciado lo que venimos afirmando: “El lenguaje de estos dedos se escribe
sin motivo” Está entonces, la posesión de el verbum, concentrado como logos
hecho lenguaje. La posesión del verbo sin control en lo que se dice y enuncia:
“Aquí mi voz ya no radica en los dedos o en las plumas de mis alas / Solo está
la duda / este silencio / La oscura sensación de un reptil que trepa en lo que
escribo.” Esta posesión del verbo se manifiesta en múltiples imágenes, a veces
surrealistas, o en determinadas circunstancias se apela al simbolismo, donde no
se dice ni se describe, tan solo lo sugiere: “La misma canción que inventamos /
para ocultar los cortes / mi estructura de hombre que exige este poema / la
muerte como una muchacha fresca” (Pág. 23).
Norma
Es la poesía en griego,
se refiere a la creación poética. No es el sentido significativo que le hemos
dado en el idioma español, incluso apela a un nombre propio femenino. Tampoco
la palabra norma acude a las reglas, a reglamentos que rijan los procesos.
Desde el punto de vista de los orígenes de esta palabra la empleamos como una
categoría constante en Lima. Los
actos creativos, desde y con el logos, permanecen en actitud de rebelar y
develar la realidad: “Los habitantes muerden el tráfico Los habitantes patean
un cuajo de su sangre como si la noche no importara Como si un cuerpo en el
asfalto no importara (…) Aquí el horizonte se quiebra Los postes apagan la luz
artificial de sus osamentas pero nadie se da cuenta Nadie observa el movimiento
de sus callejones Las súplicas celestes Nadie la cifra mortal de sus nacimientos”
(Pág. 25).
Es cierto, Lima es una ciudad de tensiones, como
cualquier gran metrópoli donde los problemas sociales coronan sus desgracias.
Por eso esta norma-poesía, contiene esa dureza, los conflictos hechos versos
que se desangran, no son himnos o loas pacíficas y de veneración a la ciudad,
sino conmovedoras imágenes en ásperos versos. La ciudad es un bosque de
peligros que no entran en la ficción, son más fuertes que ella.
Este libro es eso: un
bosque de imágenes donde los alaridos de las palabras son animales sonoros
hambrientos de trascendencia. Pero es una poética distinta a las anteriores que
han cantado a Lima, tanto los poetas de la promoción de 60, como en los años
70. Es una norma distinta, una creación que tiene que ver con la orfebrería del lenguaje: “Lima debe ser la persecución de la lluvia Ese ritmo raro El
propio vapor impregnado en las ventanas Su olor de alcantarilla clavándose como
sonda en tus narices En tu mirada de náufrago absorto entre sus calles Inmóvil
ante la vulva gigante de sus calles” (Pág. 39).
La movilidad textual en
cada poema va abriendo nuevos espacios, sobresalen los lugares porque se
persigue una geografía verbal. Calles que responden a viejos y nuevos
movimientos, avenidas, parques y distritos que configuran varias ciudades en
una sola. Lima es muchas ciudades y alberga a tantos peruanos de regiones
distantes como de culturas distintas. Los textos de este libro tratan de dar
estos significados.
Carmen
El significado de esta
palabra en latín es poesía, pero es el producto, el contenido y los sentidos de
significación de los textos poéticos. Es la misma escritura poética que fija a
la poesía. Con esta categoría designamos a toda la unidad temática que abraza Lima de Harold Alva. Un libro unitario,
perseguidor de lugares y personajes que reposan en un producto poético, en su carmen, cuyos epicentros tienen su
sintonía verbal en lo que pasa y acontece en esta gran metrópoli. No hay otros
escenarios discursivos, en su temática, mas que el que concierne a Lima.
La construcción
textual, como producto, está inmejorablemente diseñada como textos en prosa que
sugieren ser pequeños monólogos. Además, cada poema está antecedido por una
antesala, por su carmen, por su
producto poético. Entonces, como carmen
se ha conseguido un producto distinto a los anteriores libros que han sido
dedicados a Lima, temas frescos y recientes son presentados en este campo de
referencia que tiene cada poema.
Se sienten instancias
épicas, luego alientos líricos, todo en una intimidad pasional de amores y
desamores. Sensibilidades que llegan a bordes extremos, pero no extremistas. Se
siente el rubor y el rumor de la noche, los silencios y los laberintos de una
ciudad que no duerme.
Por supuesto, el
lenguaje es el gran protagonista, como debe ser en la poesía. “Ese rumor de
sílaba que increpa a mi lengua por un verso Ese paisaje que incendia el prado
Que tímidamente intenta distraerte para que sigas allí Para que leas el agua de
esta sombra que aparece en tu pantalla Esa luz que acecha como una nube que se
posa en la fuente intacta de tus dientes Tus ojos que todavía me sorprenden Que
aún permiten este sobresalto de formas y de aire Nadie está aquí y sin embargo
es como si todos me rodearan para dictarme estas palabras” (Pág. 71).
Lineamientos de cofradía y veneración por los actos de buscar un nuevo
lenguaje, una poesía con otra forma de decir las cosas. Preocupación que asedia
a los poetas modernos después de la explosión vanguardista.
Poiésis
Esta palabra o
categoría siempre ha estado ligada a la poesía, ha sido traducida como creación
poética. Viene del latín que significa actividad que hace la norma, es decir,
la creación poética. Entonces, la poiésis es la misma acción del verbo hecho
poesía. Una actividad que fluye como identidad y presencia
del logos hecho lenguaje. Entonces, Lima,
de Harold Alva, ya es una poiésis, esta Lima
es una propuesta verbal, una ciudad de palabras donde los que habitamos en esta
gran capital nos reconocemos, nos encontramos, palpamos y sentimos sus gritos,
su angustia, su caos, sus tensiones sociales, sus huelgas, su fetidez y su
extremismo. Pero la amamos, somos ella y parte de las tradiciones y costumbres
que asumirán nuestros hijos.
Cada poema es una
calle, un lugar neurálgico y conflictivo. Pero allí pululan no solo los
sinsabores, sino las felicidades, los reencuentros, con lenguaje propio y original. Este libro es un confesionario de lo que duele
esta ciudad, de lo que se ama en esa intimidad llamada mujer: “Soy quien
siempre se equivoca El mismo lobo La máquina de aniquilamiento El de los acertijos
El de las inútiles coincidencias La máscara de tierra sobre la que germinan
simulacros El coyote de la Aviación El sujeto que escribe mientras Lima duerme
y la tristeza regresa como el roedor que nos escupe y rasga nuestras osamentas
Soy quien siempre se equivoca La bestia nocturna El pájaro que agita las alas
para confirmar que el aire apesta Que la ciudad hiede y su veneno aún nos alimenta ¿Duermes? Soy quien siempre
se equivoca El tipo con requisitorias La pésima influencia” (Pág. 81).
El
Ritmo
Es lo que hace
referencia continua a la norma, es decir, a la misma creación poética. La vieja
poesía, la poesía popular y culta, ha estado, tiene y debe tener siempre como
ingrediente el ritmo. Es una música que en el plano de la expresión han
impuesto los poetas parnasianos franceses y el Modernismo americano, con mayor
explicites y maestría. Mientras que la música de las ideas también ha estado
presente en la poesía, con los Simbolistas franceses y en el mundo hispánico
con nuestro pionero José María Eguren.
En este libro de Harold
Alva encontramos un ritmo de acuerdo a las necesidades del texto. La exigencia
de la música es necesaria en la poesía.
Lima, de Harold
Alva es una ciudad sonora verbal, pero también hay música en los silencios de
las calles que no menciona. Un libro que no está al servicio caprichoso de
cantar a una ciudad por compromiso, sino es un canto necesario de
identificación donde la ciudad sencillamente son los hombres que la habitan. Un
ser humano habla y al cantar humaniza a la ciudad.
La rabia se inocula
Como el grito suspendido de una cobra
Lima de noche con mis manos en su espalda
Y un extraño rumor de vidrios destrozados contra el ojo
Contra mi frente de cíclope
Extraviado entre los autos
Su inconsistencia para sostener
El incendio de otras cicatrices
En los muros donde gárgolas invaden
El cementerio de mis pájaros
O la hacinada cueva donde habita el roedor de la nostalgia
Su trompa de metal
Que se abre como la puerta del metropolitano
Cuando cruza Lampa
Voltea por Emancipación
Y la ciudad se eriza
Y la ciudad se levanta
Y Lima tartamudea un himno que la proyecta
Sobre un muro de quejas
Y la rabia crece
Y nadie tiene el poder para difuminar la espuma de mi boca
Su antídoto de historia
La frente sin laureles
De las estatuas posmodernas
Sé que hay una ventana:
Un vitral en el que otros ojos se inyectan contra el cielo de otra tribu
De otra civilización que nada tiene que ver
Con las marcas putrefactas de estos muertos
Otra lengua
Otro código que interpreta
Las flechas de mis manos
Sus líneas como quipus
O la rabia:
Su nieve en la cresta de mis puños
Los pilares del tren
La bestia que cruza sus entrañas
Los corredores viales que unifican su tragedia
El color seco de su sangre
Mis brazos clavados como huesos
Agitándose como una bandera
Que nada tiene que ver con la historia de su patria
La voz despedazándose
Y el cráneo sembrado sobre un poste
A la merced de un cóndor
Que sabe que sólo habitan tinieblas en mis ojos
Lima es una hiedra
Su trompa se abre como el insomnio de un loco
Que intercede por sus fantasmas
Y no hay lugar
No hay casa
No hay espacio inhabitado
Sólo la lluvia
Quebrándome
Luciferina
Vertical
Solitaria.