domingo, 13 de julio de 2014

GUSTAVO VALCÁRCEL CARNERO más allá de la luna roja

Harold Alva, Gustavo Valcárcel Carnero, Luis Miguel Cangalaya, MJM, julio de 2014 
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Escribe: Harold Alva

GUSTAVO VALCÁRCEL CARNERO, EL FUNCIONARIO PÚBLICO
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El 2003 desarrollé un proyecto editorial que no ha vuelto a repetirse: la colección de literatura PERÚ LEE, que consistió en la publicación de 20 obras de escritores peruanos (el valor de cada título fue Un Nuevo Sol). No tuvimos patrocinio de ninguna entidad del estado (ni del ministerio de educación, ni del instituto nacional de cultura, disfrazado después como ministerio, ni de esa entidad que hasta la fecha me pregunto qué hace por la democratización de la lectura, apodada PROMOLIBRO) y tampoco contamos con el apoyo de ninguna empresa privada con “responsabilidad social”. Fuimos dos poetas con el tremendo sueño de acercarnos a lo que en su momento realizó Manuel Scorza con los famosos populibros y Barrantes Lingán con los munilibros. Estábamos cargados de esa mística que estoy seguro ambos, aún, no hemos perdido. Sin embargo, poner en la calle a disposición de la gente aquellos libros pasaba por estar legalmente en las calles.
Fui a la municipalidad de Lima a solicitar el permiso para instalar una feria popular en la alameda Chabuca Granda; Edwin Ugaz, el joven director de Centro Histórico me dijo que se trataba de algo interesante pero lamentablemente él tenía prohibido otorgar permisos para instalar ese tipo de ferias dentro del centro histórico de Lima, pero que intente con el director de comercio informal; solicité una cita con el director de comercio informal y le expuse de qué se trataba nuestro proyecto, con el mismo tono amable de Edwin Ugaz, el director de comercio informal me dijo que lamentaba no estar autorizado para otorgarme ese permiso pero que intente con su superior: el director de comercialización. Fui a buscar al director metropolitano de comercialización, para esto había pasado más de un mes en gestiones. El director de comercialización me recibió en su oficina. “Buenos días, siéntese, dígame”, yo le expliqué sobre la colección y sobre el espíritu que nos motivó realizarla, le expuse uno a uno quiénes eran los autores elegidos, el formato de los libros, el precio, nuestra estrategia de venderlos en alguna plaza pública, la participación de los escritores firmando libros, no cobrándonos regalías sino apenas una cantidad simbólica de libros con tal de ayudarnos para que se materialice; de pronto observé al director de comercialización y su gesto había cambiado del serio pero amable funcionario a un gesto de hombre conmovido. Me quedé en silencio. “Me permite que le lea un poema”, me dijo, yo me sorprendí. De pronto ese señor alto de quien dependía que nuestros libros estén al alcance de los limeños me pedía leer un poema. “Claro”, respondí, y retorné al silencio.

Yo te recuerdo prisión mientras combato
porque los hombres sean libres
porque crezca la paz sobre la tierra
porque ya nadie deje trozos de alma
agonizando entre tus piedras.

Poeta Gustavo Valcárcel

“Es el poema Celda ¿sabe de quién es?” “No”, le respondí. “Es de Gustavo Valcárcel, mi padre. Está prohibido otorgar permisos para ferias en el centro histórico de Lima, sin embargo yo crecí con un padre que escribió poesía y ensayo toda su vida y con una madre que estuvo a su costado luchando para que la cultura esté al alcance de los pueblos, no otorgarle el permiso que Usted me solicita, sería ir contra ellos. Tiene Usted el permiso, así atente contra mi puesto”.
El director de comercialización era el Dr. Gustavo Valcárcel Carnero quien, un mes y medio después, perdió el cargo por haberme otorgado el permiso para que una colección de libros populares esté al alcance de los limeños.
Yo tenía 25 años y entendí que editar libros era una apuesta por la cultura, y la cultura es peligrosa cuando se pone al alcance del pueblo porque significa entregarle un arma para que aprenda a defenderse de aquellos que se burlan de nuestro país, de nosotros, de las instituciones. Y aprendí que en esa lucha los editores no somos los únicos que formamos parte de esa hermosa columna de batalla sino también escritores comprometidos, que los hay, funcionarios comprometidos, que los hay, médicos que no son indolentes, que los hay, obreros, profesores, y abogados honestos, que también los hay.
Por eso, cómo no sentir satisfacción al publicar el primer libro de cuentos de aquel señor que hace once años me leyó conmovido el poema CELDA de su padre, cómo no sentir gratitud con la literatura que me permite este tipo de experiencias con las que continúo aprendiendo y que no dejan de sorprenderme para que persista en este hermoso pero delicado camino.
 
Gustavo Valcárcel Carnero, MPL, 2003
 
GUSTAVO VALCÁRCEL CARNERO, EL ESCRITOR

Un hombre es lo que escribe y es los fantasmas que lo habitan. Esta máxima se aplica bien sobre el trabajo narrativo de Gustavo Valcárcel Carnero.
Una de las cualidades del cuento radica en su capacidad de deslumbramiento, ese ganarse nuestro asombro a lo largo de su estructura.
Nuestro autor se ha valido de su experiencia para reunir, como quien abre o cierra un abanico, tres historias disímiles pero singularmente complementarias. Si Borges decía que son cuatro los grandes temas de la literatura, en CUENTOS DESDE LA LUNA ROJA, identificamos más: la solidaridad como un valor para la convivencia, la esperanza como un sueño del que jamás debemos alejarnos y, con ellos, la otra cara de la moneda, el lado oculto de la luna: la mentira, la lujuria, la ambición, aquellos antivalores que le dan consistencia a cada texto porque humaniza a sus personajes, les da esa vitalidad defectuosa que hace creíble cada historia.
Otro mérito del libro es el cuidado de su lenguaje. El narrador se ha preocupado de cada detalle, la descripción y los diálogos son las técnicas que ha desarrollado con mayor pulcritud, por eso podemos ingresar no solo a los escenarios donde sucede cada acontecimiento, sino al interior de cada personaje, a ese mapa interno que nos devuelve la función psicológica del cuento.
Con CUENTOS DESDE LA LUNA ROJA la literatura nos entrega a un autor que se preocupa no solo con la estructura de su libro sino a un escritor que bien ha valido haya tardado en mostrarse porque con él regresa un creador comprometido, un escritor que estoy seguro llegará con nuevas historias en las que el hombre y su dimensión ontológica será siempre el leit motiv que lo induzca a destruir el blanco de la página, aquí identificamos su compromiso social (El sueño de Angelina), la tensión que cruza su primer texto para reafirmarnos que la motivación no es puramente estética; sino sensorial y sensitiva (Luna de miel) y, por supuesto, el enfrentamiento de la lógica occidental contra la racionalidad de las civilizaciones autóctonas, que desde la acción particular de sus representantes, es real; a contracorriente de quienes la utilizan periféricamente (El brujo de Pichanaqui).
Aquí, el cuento peruano, se revitaliza. Gustavo Valcárcel Carnero ha escrito un libro contundente: con nervios en la historia, con fibra en el lenguaje. 
Vanessa Valcárcel Bello, Lucy Martínez, Gustavo Valcárcel Carnero, 
Sonia Bello, Maruja Valcárcel, Harold Alva y Gonzalo Otero. 
Café Haití, Miraflores, julio 2014.