Harold Alva
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Las últimas elecciones nos dejan el sinsabor de la derrota. No asimilamos
aún cómo un tipo como Luis Castañeda Lossio haya ganado la alcaldía en nuestra capital, no procesamos cómo es que
un sujeto como Gregorio Santos haya obtenido abrumadoramente la presidencia de
la región Cajamarca, no entendemos cómo Acuña Peralta siga consolidándose en La
Libertad o cómo es posible que Elidio Espinoza sea el nuevo alcalde de Trujillo
y con ellos las nuevas “autoridades” de Ancash u otras ciudades donde los
representantes de la corrupción han sido legitimados como líderes. En Lima fue
la propia Susana Villarán quien se esmeró en dispararse contra los pies para
retornarle el sillón a Castañeda, a la población no le importó “la honestidad”,
la población votó por “obras”, se cansó de la incapacidad de Villarán y no le
importó COMUNICORE, las denuncias o el mutismo del rapaz socio de García, la
población votó por la efectividad y el suyo fue un voto práctico, amoral, canalla.
Fue un voto canalla porque al elegir a Castañeda le otorgó legitimidad al
crimen organizado; los electores que exigen seguridad hicieron mal al
entregarle el municipio a un hombre con tantos procesos irresueltos, le ha dado
luz verde a la delincuencia, al robo, la población le ha dado luz verde a la
barbarie y en La Libertad se ha cometido un crimen de lesa cultura ¿Cómo es
posible que en la tierra del Grupo Norte haya resultado victorioso ese liliputiense
que se jacta de no leer y que soberbiamente declaraba antes de las elecciones
que lo quieran o no él ganaba sí o sí? No se equivocó, Acuña Peralta le ganó la
presidencia de la región al dinosaurio aprista y, esa población no contenta con
el crimen de lesa cultura, “por su seguridad” puso como alcalde a Elidio
Espinoza, el sindicado líder del escuadrón de la muerte, un justiciero para algunos
o un forajido que le cobraba cupos a los criminales, para otros. Cajamarca hizo
suyo el sonsonete de “la víctima” y consolidó a Gregorio Santos como el hombre
que necesita esa región para que la defienda del hambre de quienes pretenden
expropiarle el oro. A los cajamarquinos no les importó las pruebas que pesan en
su contra, no les importó los vouchers de depósitos entregados a Santos, no les
importó la camioneta que le entregó Wilson Vallejos, el hombre de las licitaciones;
los cajamarquinos se ajustaron la venda sobre los ojos y votaron
dogmáticamente. Lamentable porque con un Arana que pudo revertir esa sensación
de impunidad, el mismo ex sacerdote se sumó al discurso que victimizó al cuestionado
líder de izquierda.
¿Qué
hacer para revertir esta situación? ¿Cómo evitar otra elección canalla? Considero
que los responsables de lo que suceda en el futuro somos nosotros y seguiremos
en descenso mientras no tomemos consciencia de lo que hemos hecho. Es preciso entonces
detenernos y hacer un examen de consciencia, preguntarnos porqué fallamos, por qué
no nos involucramos en las tareas importantes, porqué esta involución, porqué
dejamos que sean otros quienes elijan por nosotros, porqué permitimos que las
encuestadores apuntalen liderazgos que no tienen nada que ver con lo que
necesitamos. Detengámonos un momento en nosotros mismos. Mirémonos adentro. El problema
cruza por una crisis de valores, de moral, esto que sufrimos pasa porque nos
hemos acostumbrado a convivir en el irrespeto, en la ausencia de cumplir con la
palabra, esto que sufrimos pasa porque como individuos no hemos aprendido a
respetarnos entre nosotros mismos, vivimos acostumbrados a la zancadilla, a las
coimas en niveles macro y micro, a las coimas en las licitaciones cuando
pretendemos venderle al Estado o a los sobornos cuando le rompemos la mano al
policía para que no nos ponga una papeleta, y creemos que todo esto es normal,
y seguimos hundiéndonos, y seguimos tranquilos como si este fuese el modus
operandi de la gente con principios y claro que no, por supuesto que no, todo
lo que nos sucede en la política, en la economía, en la cultura, todas nuestras
crisis responden a que nosotros como individuos estamos deformados y no
queremos reconocerlo, no es nuestra intención reconocernos. Todos los días
salimos y antes de salir nos miramos al espejo y vemos a un hombre normal o a
una mujer normal y retornamos a nuestros hábitos, y volvemos a la rutina, y de
nuevo se suceden las zancadillas, el maleteo contra el otro, las
vociferaciones, el rumor con el que nos atacamos, y seguimos enfermos. Y seguimos infectándonos.
Necesitamos
detenernos como individuos. Necesitamos hacer un imperativo acto de consciencia.
Necesitamos ser leales con nosotros mismos ¿Nos equivocamos? Sí, nos
equivocamos, dejemos el miedo, la cobardía y asumamos que nos hemos equivocado,
quitémonos este manto de desdicha y pensemos en el porvenir, trabajemos por
empezar a mirarnos como ciudadanos sin manchas en los ojos, sin niebla en la
distancia que nos separa de los otros y caminemos hacia adelante. Nuestro país
no merece estas autoridades, nosotros no merecemos esto. Vamos a cumplir
doscientos años de independencia política y no es tarde aún para
volver a nosotros como individuos porque la enfermedad radica en cada uno de
nosotros, yo cambio para ser un mejor hombre y con eso ayudo a que mi familia
cambie, mi familia cambia y con ella cambia el vecindario y con el vecindario mi distrito y, así, empieza la verdadera cadena por el cambio.
Empecemos
por reconciliarnos con nosotros mismos.
Evitemos
otra elección canalla.