miércoles, 2 de diciembre de 2015

Claudia, en el camino



Su primer libro: “Noche infiel”, capturó la atención de quienes ya veníamos escribiendo en los noventa. Una portada oscura con la silueta de una mujer en la ventana nos sugirió que estábamos frente a una mujer para quien el atrevimiento era parte de su vida. Claudia Pacheco tenía diecinueve años. La primera imagen que tengo de ella es en la Plaza de Armas; su cabellera corta, en jean, medio hippie, el maletín con pinceles en una de sus manos y, en la otra, el estuche de su guitarra. Estudiaba en Bellas Artes, escribía poesía y, con Rafael Mercado, fundaron “Noise”, el dúo de música electrónica. Después le perdí la pista. Los vertiginosos noventa segregaron a una generación que supo resistir aferrándose a su lado más salvaje: el arte. El nuevo siglo se encargó de reunirnos a muchos. El internet, el famoso Messenger de inicios del dos mil fue el culpable de la reintegración de aquellos que suponíamos los vestigios de una década que casi nos vence. Claudia Pacheco había continuado con su búsqueda, recorrió el mundo, conoció otras culturas, aprendió algo que no habríamos vislumbrado: magia. Se convirtió en la única mujer ilusionista de Latinoamérica inscrita en la “International Brotherhood of Magicians” y continuó escribiendo. Tenía otro libro: “Love my way”, en la portada la reconocemos a ella al volante reflejada en el retrovisor, un conjunto de poemas que marcó su retorno a la primera Claudia: “No puedo describir con exactitud lo que me rodeaba / lo sórdido y perverso lo ocupaban todo / lo apacible e ingenuo no cabían más en el contexto”, pero con la precisión de quien continúa enfrentándose a un mundo perverso. La poeta se atreve y “atreverse ya es conquistar un lugar en el paraíso de la belleza”, afirmó Roger Santiváñez. Yo lo suscribo.