¿Cuál es
la siguiente batalla de un poeta después de luchar contra la página en blanco?
¿Qué sigue luego de reconocerse en el poema? Dejar el poema allí o
exteriorizarlo. Para muchos publicar es algo muy delicado, por eso cuando un
poeta se atreve a dar ese paso, quienes hemos venido siguiéndole la pista, lo
esperamos con singular expectativa. Expectativa mayor cuando el poeta tiene
sobre sus hombros la enorme responsabilidad de haber crecido en un lugar de
tradición imponente. En eso pensé cuando Adrián Alberto, joven poeta
trujillano, anunció hace algunos meses la publicación de su primer libro; una
obra que al terminar de leerla me detuvo sobre varias interrogantes. ¿Cuál es
el aporte de Adrián Alberto a una tradición que va más allá de su natal Trujillo?
Sin duda: el riesgo. Un poeta es tal cuando, después de manejar con destreza el
lenguaje, en vez de escribir preocupado por la música, lo quiebra, rompe con su
tradición, la reconfigura exponiéndose. Cuando Adrián Alberto apela a las
interjecciones o resemantiza el mar, la muerte o el desierto, la preocupación,
si acaso existe alguna, no es con el resultado del poema, sino con lo que
pretende configurar como emociones, por eso conmueve, por eso captura, por eso
convence. “Sobre la muerte de las arañas” es un libro que nos devuelve a una
tradición en la que el poema no se queda en el texto, aquí el poema tiene
movimiento, se desplaza, dialoga con los elementos que asisten a su
construcción. La virtud de Adrián Alberto es que cuando uno lo lee, escuchamos
a un poeta sin edad, cuyas cartografías son un puente entre lo que Trujillo le
ha entregado al proceso de nuestra literatura con la proyección de una poética
que nos sigue dando lecciones de riesgo y de belleza.
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Publicado en Diario Expreso