César Gustavo Valcárcel Carnero, mi
hermano mayor, nació en Lima, el 24 de octubre de 1945. Día que la ONU fue
fundada en San Francisco (California) por 51 países, al finalizar la Segunda
Guerra Mundial (con la firma de la Carta de las Naciones Unidas). Gustavo,
actualmente le da importancia al arte, antes la ciencia lo tenía jaqueado. Es
un magnífico fotógrafo ecologista. Su afición y pasión por la narrativa verá
sus frutos el jueves 10 de julio, a las 7 de la noche, cuando se realice la
presentación de su libro CUENTOS DESDE LA LUNA ROJA, que Summa Editores lanza
este año 2014.
R: ¿Qué remembranzas alegres y tristes
evocas de la infancia en México?
Remembranzas tristes, sustancialmente
no tengo, salvo el dejar ese hermano país (nuestra segunda patria, luego de
seis años de destierro de papá), despedida de los amigos y el desprendimiento
de nuestro adorado perro “Palomo”.
En
cambio, la alegría brota en mis recuerdos con cada pasaje que nos hicieron
vivir nuestros padres. El bosque de Chapultepec y su gigante castillo, donde se
inmolaron niños cadetes defendiendo su territorio de la invasión francesa. El
Club Deportivo Hacienda donde nos bañábamos en pleno invierno. Los viajes a
Palo Bolero, a Cuernavaca, Veracruz, las películas infantiles soviéticas que
veíamos de vez en cuando, etc. Las reuniones en casa con los “tíos” que
queríamos: Luis de la Puente Uceda, Juan Gonzalo Rose, Manuel Scorza, el tío
Willy Carnero Hoke, el tío Genaro Carnero Checa con nuestros primos (Genarito y
Nuri), Jacobo Hurwitz (y Anita); Teodoro Azpilcueta y familia, etc.; eran
reuniones de desterrados para armar la Revolución, leer, platicar, escuchar
música criolla con sollozos y expresiones de alegría y soñar con el retorno al
Perú Son innumerables los recuerdos que fluyen como cataratas al lado de
nuestros padres, incluyendo nuestras “nanas queridas” Matilde y Dolores, que
nos dieron su ternura en la compañía y crianza.
R: Cuando eras adolescente te
gustaba escuchar música clásica, por ejemplo El Lago de los Cisnes, ¿qué otras
piezas fueron de tu agrado y por qué?
En casa papá oía exquisita música, pero
no era pedagogo con nosotros; siempre lo veía en un pedestal alto que no podía
alcanzar. Pero, quien me empujó al mundo de la música clásica fue nuestro amigo
de la adolescencia Enrique Romero Chigne (“Quique”). Con él escuchaba su
colección de discos LP de los grandes clásicos universales. Me impresionó
excesivamente la potencia de la 5ta. y la 9na; tronaron sus notas en mi caja
toráxica. Sinfonías de Ludwing van Beethoven; además de la dulzura de “Para
Elisa” y “Claro de luna”. La suavidad de clásicos con Tchaikovsky, Mussorgsky,
Rimsky Korsakov, Chopin y otros. Fue mi inicio en la modesta cultura musical
que sigo arrastrando, a mi lado más allá del tiempo.
La música
imprime dulzura en el alma, te da calma o furor, te aísla del mundano quehacer
que te rodea y te transportas a otras latitudes inimaginables. Además, te
acondiciona la mente para producir como si estuvieras con la quietud del mar
por las mañanas. En la actualidad, acercándome a los 69 años, mi ambiente
laboral lo rodeo de clásicos y de música instrumental ligera. En Moscú, siendo
estudiante universitario, asistí a varios conciertos y ballets en el Teatro
Bolshoi: vi Giselle, El Lago de los Cisnes, La Bella Durmiente y otras obras.
Violeta caminando con su hijo Gustavo
.
R: ¿Qué rescatas de tu viaje a
Europa del Este, de la universidad Lumumba, de su enseñanza, de tus
condiscípulos?
De los extintos países socialistas conocí, aparte de ciudades importantes de la
URSS: Polonia, Checoslovaquia, Rumanía y Bulgaria. Dentro de la URSS estuve
varias veces en Leningrado, visité Bakú, Moldavia, Sochi, Bielorusia, Ucrania y
ciudades menores. El común denominador de ellos fue la solidaridad, la amistad
y la ausencia de lacra del capitalismo (robos, prostitución, etc.). No puedo
negar que, eventualmente, encontré personas insatisfechas o frustradas, pero no
era lo usual. Tampoco les di mayor importancia, pues era tanta mi pasión por el
socialismo, que hacía oídos sordos a cualquier “raje”.
Mi
universidad fue una de las mejores, pues las exigencias en el estudio eran
altas. Quien salía mal en sus notas, lo regresaban a su país. Todos los fines
de semana habían controles escritos de cada materia y exámenes los fines de
mes. Así que la pasábamos estudiando. Contrariamente a lo que se dice o piensa
la gente, el adoctrinamiento no se practicaba, pero –obviamente- sí nos
enseñaban historia, geografía y cultura general del país. También teníamos
prácticas pre-profesionales. Todo lo subsidió el pueblo ruso.
Mi mayor
logro (porque no pude ejercer mi profesión a cabalidad) fue obtener una férrea
disciplina en mi formación y, creo, una amplitud de criterio para tomar
decisiones. Eso me ha permitido trabajar en disímiles puestos: traductor, jefe
de proyectos ambientalistas, funcionario municipal, asesor y consultor en
diferentes instituciones del Estado.
De mis
amigos no sé nada, y me apena un poco. Cada quien marchó a su país de origen y
jamás me carteé con nadie. No había Internet. Pero, sus rostros los llevo
guardados en mi espíritu.
R: ¿Qué libros marcaron tu primera
juventud?
Definitivamente, la avidez por la aventura, el conocimiento de la naturaleza,
me la dieron las obras de Julio Verne y la Teoría de la Evolución de las
Especies de Charles Darwin. Ambos escritores marcaron la huella que sigo en
vida. Posteriormente, la serie televisiva de Jacques Cousteau me arrimó
eternamente hacia el mar y la fascinación del mundo submarino con sus sistemas
ecológicos, él dijo: “La felicidad de la abeja y la del delfín es existir. La
del hombre es descubrir esto y maravillarse por ello”. Gran frase! Mi vocación
ha sido siempre la naturaleza, la ciencia y la investigación. Las novelas de
autores rusos. Libros como La Guerra y la Paz, Así se templó el acero. También,
el Lobo Estepario de Hermann Hesse: ”Lo que más odiaba era todo lo mediocre,
normal y corriente”. El Viejo y el Mar de Ernest Hemingway; las aventuras de
Tom Swayer de Mark Twain; Robison Crusoe, la obra más conocida de Daniel Defoe
(1719), considerada la primera novela inglesa. Más adelante, del cine extraigo
filmes que participaron en mi formación: El Acorazado Potemkin, El 41, Pasaron
las Grullas, películas sobre la Gran Guerra Patria (así denominan los rusos a
la Segunda Guerra Mundial).
R: Desde hace dos décadas esbozas
narraciones, ¿cómo así decidiste armar un libro finalmente?
Vaya, vaya, sí que te gusta rasquetear
el alma. Comencé escribiendo un poema dedicado al Che Guevara, cuando el mundo
quedó conmocionado con su asesinato: “Los poetas no deben escribir hoy día que
han matado al Che/ porque su muerte no es causa de congoja/ Los poetas sí deben
escribir esgrimiendo sus fusiles cotidianos…”. El tiempo se encargó de
perderlo. Estaba yo en Moscú y desde ese entonces comencé a garabatear hojas en
blanco, todas llenas de versos que finalmente iban a su destino: el basurero;
pero me ejercitaba en la redacción, corrección y constancia. Cuando viví en
Chiclayo se produjo el fenómeno de El Niño de 1982, no tenía trabajo fijo y el
tiempo sobraba. Nació la curiosidad de anotar mis anécdotas, que he venido
puliendo más de treinta años. Tengo de esa época a “Don José Suclupe”, “La
enferma”, “El sueño de Angelina”, “Luna de miel” y “El brujo de Pichanaqui”.
Los tres últimos, corregidos, integran mi libro, que saldrá a las calles en
estos días, a ver quién se interesa, lo adquiere y lee.
Hace
cuatro meses, aproximadamente, me puse a pensar en la vida. Me di cuenta que si
no dejaba algo publicado, mi existencia por la Tierra iba a ser efímera Me puse
las pilas, hablando en romance criollo, revisé lo que tenía y elegí a los tres
cuentos citados. Ahora sí podré pasar a otra dimensión, pero con un libro que
podría hacerme durar más de dos generaciones; al menos, así lo anhelo.
R: Tu labor en el Ministerio de
Pesquería, ¿cuándo trabajaste en el Proyecto Bayóvar, qué experiencias te dejó?
Tuve a mi cargo a un grupo de 40 científicos, profesionales y técnicos que en
1975 partimos a Piura para ejecutar un proyecto que yo había concebido
“Evaluación de la Bahía de Sechura para prevenir la contaminación ambiental”.
Corría el
Gobierno Reformista del General EP Juan Velasco Alvarado. Ministro de Pesquería
era el General EP Javier Tantaleán Vanini y –luego- el General Guillermo Arbulú
Galliani. Entre químicos, oceanógrafos, meteorólogos, biólogos marinos,
ingenieros pequeros, analistas de laboratorio, etc., montamos un centro de
investigación, pionero en la historia de la evaluación de sistemas ecológicos
del Perú. Pudimos cuantificar e identificar a las especies marinas originarias
del lugar. Evaluamos las complejas corrientes de la bahía, registramos las
condiciones meteorológicas, etc. Se publicaron tres artículos científicos,
sentando las bases de cómo se hallaba el lugar antes del boom petroquímico,
minero y pesquero de Bayóvar.
Un
General infausto, cuyo nombre no deseo mencionar, dio golpe de Estado y a los
pocos días nos quedamos sin el nuevo Gobierno, sin trabajo, sin pan, sin
explicación alguna. Volvía al Perú el prejuicio anticomunista, con sabor
macartista. Al poco tiempo mis compañeros tuvieron que partir a distintos
lugares y el sueño, la inversión, quedaron truncas. Eso sí dolió en lo más
profundo de mi ser. Sentí que, injustamente, me mutilaron, pues el gran trabajo
planificado ambientalista, fue tirado al basurero.
R: ¿Amas la naturaleza de modo
singular?
Sí, hermanita. Las especies animales y vegetales, la preservación de los
ecosistemas, principalmente el marino, han sido mi pasión por años. Como ya el
rigor de los años no me permite tener aventuras en el campo, me conformo y
distraigo viendo todas las noches “Animal Planet” y los canales del Discovery,
History, Nat Geo; además de los interesantes documentales del Canal 7 del
Estado sobre el Perú. Felizmente, en la actualidad estoy conectado vía Inernet
(Facebook) con centros de investigación ambiental de quienes recibo información
y me mantengo actualizado.
R: ¿La figura paterna-literaria
debe ser motivo de inspiración, pero también debe resultar una suerte de carga?
Eres medio brujita, hermana. Debe haber algo en la naturaleza que se transmite
a través de los genes, llamado factor hereditario, como gigantes moléculas que
pasan a tu torrente sanguíneo y se depositan en celdas dentro del cerebro. Yo
debo haber recibido de papá una dosis de esas asombrosas moléculas, porque me
apasiona escribir, desde una simple carta versos desentonados hasta relatos y
cuanta colección de letras pueda juntar en un párrafo. Pero, te acuerdas que
nunca tuve muy buena ortografía y me daba flojera buscar en el diccionario, ese
gigantesco “burro” (a decir de papá) que había en casa, de la Real Academia de
la Lengua Española. Sí que pesaba el condenado ese. Creo que ha terminado en tu
biblioteca.
Un cambio
radical y fascinante ha sido la incorporación del diccionario con corrector
automático en el procesador de textos “Word”. Si te equivocas aparece un
subrayado rojo, verde o celeste, según el tipo de equivocación tengas. Ahora es
más fácil escribir y aprender ortografía. Desde ese instante mi dedicación a la
escritura literaria se ha incrementado. A veces no sé lo que voy a escribir, pero
pongo las yemas de los dedos sobre el teclado y se van solitas, apretando letra
por letra para formar palabras, oraciones y párrafos. “¡Mostro!” como dicen los
hijos y los queridos nietos.
En cuanto
a la “carga” que ha significado la reputación de papá como literato ganador del
Premio Nacional de Poesía y los Juegos Flores de San Marcos en 1947; y,
después, tu imagen poética y de historiadora han sido (y son) una barrera muy
dura de flanquear. Creo que esa es la causa principal por la que no he publicado
antes. Razón por la cual me he esmerado en presentar al público un trabajo
pulido y revisado. En fin, si no gusta, será porque no soy buen escritor, pero…
eso sí, un aficionado apasionado o “un mal escritor sin errores”, (jajaja).
Ya tengo
en mente mi siguiente cuento: “¿Quién mató a Blanca Estela Bisett?”. Iniciaré
próximamente el trabajo de investigación, esbozo y redacción por fragmentos. Va
a ser interesante, de suspenso, en ambiente moderno, que, considero, a más de
uno le va a interesar y gustar.
Violeta Carnero y Gustavo Valcárcel
.
R: ¿Qué virtudes y limitaciones
rememoras de Violeta?
No creo distinguir ninguna limitación en mamá. Ella lo podía todo. Era muy
resuelta para ejecutar sus decisiones. En mi memoria sólo he acumulado sus
virtudes: Recibir el título honorífico de la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos como Periodista, por su gran contribución en este campo, sin haber
terminado sus estudios secundarios. Tenía nobleza, amor inconmensurable, amplia
solidaridad con todas las personas. Su sensibilidad y relatos de tristeza no podía
aguantarlos, se me exprimían lágrimas de los ojos. Y, fue una persona muy
estoica, con principios morales, éticos, políticos y revolucionarios. En suma,
una gran luchadora social y musa de la poesía romántica de nuestro padre.
Violeta, como ella anunciaba, es inmortal, al menos para mí.
R: ¿”Cuentos desde la luna roja”
resulta un proyecto cuyas intenciones devienen un tanto íntimas, algo musicales
y un poco extrañas, más que rigurosamente literarios? ¿Por ello, en todos sus
matices bebiste del testimonio, de la crónica, de la poesía, de los sueños, del
periodismo, y, acaso un poco del ensayo, también? ¿O me equivoco?
¡Carambas!, ahora sí te graduaste de Maga. Tú sabes que jamás he estudiado
Literatura. Tampoco, redacción (salvo el efímero curso de Legua Española en
Secundaria), ni he asistido a círculos literarios. Por lo tanto, soy un lunar
en medio del lado visible de la luna. Mi formación personal es científica y
tengo experiencia en administración pública, sobre todo municipal. Me retiré de
dos círculos de “escritores” en la Web, porque me puse a corregir ortografía
(¡yo corrigiendo ortografía!) y redacción a personas que se vanagloriaban y
sentían grandes escritores y se tiraban flores y alabanzas entre sí. Terminé
“metiendo la pata” y me retiré. Esa es mi “formación” en este campo, que le voy
tomando el gusto poco a poco. He redactado artículos periodísticos de modo
autodidacta; he escrito versos y cuentos, sin ser literato; es decir, me estoy
metiendo a la piscina sin haber aprendido a nadar bien. Ojalá que no salga
maltrecho…
“Cuentos
desde la luna roja” es la suma de tres narraciones fantasiosas de episodios que
me han sucedido en la vida y las he trasladado a cuentos con personajes
mestizos, algo reales, algo inventados. Todas las escenas son creadas sobre la
base de ciertas ocurrencias que me han sucedido. Evidentemente no son cuentos
100% puros, nacidos de mi capacidad y conocimientos literarios. No lo tengo,
como ya lo confesé. Sin embargo, me esmero en darle identidad a los personajes,
veracidad circunstancial a las escenas y organización de una trama que atraiga
al lector. Vamos, pues, no recibiré un Premio pero –de repente- algún
comentario alentador en algún medio de comunicación. Me interesa que la gente
lea mi trabajo y se emocione. A ello apunto.
R: A nivel nacional, ¿con qué
autor te sientes más identificado? O con ninguno?
Definitivamente de quien fuera amigos de nuestros padres: Julio Ramón Ribeyro,
el maestro del cuento y su técnica. Lo admiro, algo de él he tratado de
asimilar. De antaño, Don Ricardo Palma y sus inagotables “Tradiciones
Peruanas”. La poesía nacional con la que más me
identifico es la de César Vallejo, nuestro paradigma. De ahí salto a Gustavo
Valcárcel, Gonzalo Rose, César Calvo, Javier Heraud, Arturo Corcuera, Reynaldo
Naranjo, Gladys Basagoitia, de las promociones del 50 y 60. Sabemos que en
narrativa destacan Eduardo González Viaña, Carlos Calderón Fajardo, Jorge
Nájar, Óscar Málaga, por ejemplo. He leído algunos libros suyos recientemente.
Arturo Corcuera, Rosina Valcárcel, Gustavo Valcárcel, Marcos Ana, Violeta Carnero y Winston Orrillo
.
R: ¿Qué punto ha sido el más
frustrante durante esta experiencia?
No tener dinero para aprender más de
nuestro rico idioma y poder seguir escribiendo a dedicación exclusiva. En una
sociedad más avanzada el Estado debería subvencionar a quienes se dediquen a la
cultura, a la creación artística. Pero, ahora, ni César Vallejo podría vivir de
la poesía sin trabajar como ayudante de contaduría. Hay que trabajar durísimo,
sacrificar la vida personal, a la familia meterla en las limitaciones
económicas hasta (si tienes cierto éxito) ser reconocido por las editoras para
que “aflojen” dinero por adelantado. Ahora, dejas tu vocación a un lado para
conseguir recursos económicos. Sólo tienes las noches, madrugadas, algo de los
sábados y domingo, para dedicar unas horas a lo que te apasiona.
R: ¿Qué aspecto te está dando más
alegría?
La satisfacción de haber cumplido con una de mis grandes aspiraciones en la
vida: la de publicar un libro en el campo de la literatura. (Tengo en la rama
de la ciencia y de la administración municipal). También, la expectativa, y la
adelantada respuesta de parabienes de familiares y amigos que recibo vía el
Facebook.
Es muy
grato sentir el reconocimiento de familiares y amigos. Es saludable. Es una
suerte de compensación a la dedicación, sacrificio, atrevimiento y riesgo
personal.