domingo, 13 de julio de 2014

GUSTAVO VALCÁRCEL CARNERO más allá de la luna roja

Harold Alva, Gustavo Valcárcel Carnero, Luis Miguel Cangalaya, MJM, julio de 2014 
.
Escribe: Harold Alva

GUSTAVO VALCÁRCEL CARNERO, EL FUNCIONARIO PÚBLICO
 .
El 2003 desarrollé un proyecto editorial que no ha vuelto a repetirse: la colección de literatura PERÚ LEE, que consistió en la publicación de 20 obras de escritores peruanos (el valor de cada título fue Un Nuevo Sol). No tuvimos patrocinio de ninguna entidad del estado (ni del ministerio de educación, ni del instituto nacional de cultura, disfrazado después como ministerio, ni de esa entidad que hasta la fecha me pregunto qué hace por la democratización de la lectura, apodada PROMOLIBRO) y tampoco contamos con el apoyo de ninguna empresa privada con “responsabilidad social”. Fuimos dos poetas con el tremendo sueño de acercarnos a lo que en su momento realizó Manuel Scorza con los famosos populibros y Barrantes Lingán con los munilibros. Estábamos cargados de esa mística que estoy seguro ambos, aún, no hemos perdido. Sin embargo, poner en la calle a disposición de la gente aquellos libros pasaba por estar legalmente en las calles.
Fui a la municipalidad de Lima a solicitar el permiso para instalar una feria popular en la alameda Chabuca Granda; Edwin Ugaz, el joven director de Centro Histórico me dijo que se trataba de algo interesante pero lamentablemente él tenía prohibido otorgar permisos para instalar ese tipo de ferias dentro del centro histórico de Lima, pero que intente con el director de comercio informal; solicité una cita con el director de comercio informal y le expuse de qué se trataba nuestro proyecto, con el mismo tono amable de Edwin Ugaz, el director de comercio informal me dijo que lamentaba no estar autorizado para otorgarme ese permiso pero que intente con su superior: el director de comercialización. Fui a buscar al director metropolitano de comercialización, para esto había pasado más de un mes en gestiones. El director de comercialización me recibió en su oficina. “Buenos días, siéntese, dígame”, yo le expliqué sobre la colección y sobre el espíritu que nos motivó realizarla, le expuse uno a uno quiénes eran los autores elegidos, el formato de los libros, el precio, nuestra estrategia de venderlos en alguna plaza pública, la participación de los escritores firmando libros, no cobrándonos regalías sino apenas una cantidad simbólica de libros con tal de ayudarnos para que se materialice; de pronto observé al director de comercialización y su gesto había cambiado del serio pero amable funcionario a un gesto de hombre conmovido. Me quedé en silencio. “Me permite que le lea un poema”, me dijo, yo me sorprendí. De pronto ese señor alto de quien dependía que nuestros libros estén al alcance de los limeños me pedía leer un poema. “Claro”, respondí, y retorné al silencio.

Yo te recuerdo prisión mientras combato
porque los hombres sean libres
porque crezca la paz sobre la tierra
porque ya nadie deje trozos de alma
agonizando entre tus piedras.

Poeta Gustavo Valcárcel

“Es el poema Celda ¿sabe de quién es?” “No”, le respondí. “Es de Gustavo Valcárcel, mi padre. Está prohibido otorgar permisos para ferias en el centro histórico de Lima, sin embargo yo crecí con un padre que escribió poesía y ensayo toda su vida y con una madre que estuvo a su costado luchando para que la cultura esté al alcance de los pueblos, no otorgarle el permiso que Usted me solicita, sería ir contra ellos. Tiene Usted el permiso, así atente contra mi puesto”.
El director de comercialización era el Dr. Gustavo Valcárcel Carnero quien, un mes y medio después, perdió el cargo por haberme otorgado el permiso para que una colección de libros populares esté al alcance de los limeños.
Yo tenía 25 años y entendí que editar libros era una apuesta por la cultura, y la cultura es peligrosa cuando se pone al alcance del pueblo porque significa entregarle un arma para que aprenda a defenderse de aquellos que se burlan de nuestro país, de nosotros, de las instituciones. Y aprendí que en esa lucha los editores no somos los únicos que formamos parte de esa hermosa columna de batalla sino también escritores comprometidos, que los hay, funcionarios comprometidos, que los hay, médicos que no son indolentes, que los hay, obreros, profesores, y abogados honestos, que también los hay.
Por eso, cómo no sentir satisfacción al publicar el primer libro de cuentos de aquel señor que hace once años me leyó conmovido el poema CELDA de su padre, cómo no sentir gratitud con la literatura que me permite este tipo de experiencias con las que continúo aprendiendo y que no dejan de sorprenderme para que persista en este hermoso pero delicado camino.
 
Gustavo Valcárcel Carnero, MPL, 2003
 
GUSTAVO VALCÁRCEL CARNERO, EL ESCRITOR

Un hombre es lo que escribe y es los fantasmas que lo habitan. Esta máxima se aplica bien sobre el trabajo narrativo de Gustavo Valcárcel Carnero.
Una de las cualidades del cuento radica en su capacidad de deslumbramiento, ese ganarse nuestro asombro a lo largo de su estructura.
Nuestro autor se ha valido de su experiencia para reunir, como quien abre o cierra un abanico, tres historias disímiles pero singularmente complementarias. Si Borges decía que son cuatro los grandes temas de la literatura, en CUENTOS DESDE LA LUNA ROJA, identificamos más: la solidaridad como un valor para la convivencia, la esperanza como un sueño del que jamás debemos alejarnos y, con ellos, la otra cara de la moneda, el lado oculto de la luna: la mentira, la lujuria, la ambición, aquellos antivalores que le dan consistencia a cada texto porque humaniza a sus personajes, les da esa vitalidad defectuosa que hace creíble cada historia.
Otro mérito del libro es el cuidado de su lenguaje. El narrador se ha preocupado de cada detalle, la descripción y los diálogos son las técnicas que ha desarrollado con mayor pulcritud, por eso podemos ingresar no solo a los escenarios donde sucede cada acontecimiento, sino al interior de cada personaje, a ese mapa interno que nos devuelve la función psicológica del cuento.
Con CUENTOS DESDE LA LUNA ROJA la literatura nos entrega a un autor que se preocupa no solo con la estructura de su libro sino a un escritor que bien ha valido haya tardado en mostrarse porque con él regresa un creador comprometido, un escritor que estoy seguro llegará con nuevas historias en las que el hombre y su dimensión ontológica será siempre el leit motiv que lo induzca a destruir el blanco de la página, aquí identificamos su compromiso social (El sueño de Angelina), la tensión que cruza su primer texto para reafirmarnos que la motivación no es puramente estética; sino sensorial y sensitiva (Luna de miel) y, por supuesto, el enfrentamiento de la lógica occidental contra la racionalidad de las civilizaciones autóctonas, que desde la acción particular de sus representantes, es real; a contracorriente de quienes la utilizan periféricamente (El brujo de Pichanaqui).
Aquí, el cuento peruano, se revitaliza. Gustavo Valcárcel Carnero ha escrito un libro contundente: con nervios en la historia, con fibra en el lenguaje. 
Vanessa Valcárcel Bello, Lucy Martínez, Gustavo Valcárcel Carnero, 
Sonia Bello, Maruja Valcárcel, Harold Alva y Gonzalo Otero. 
Café Haití, Miraflores, julio 2014. 

martes, 8 de julio de 2014

Diálogo entre Gustavo y Rosina Valcárcel (A propósito del lanzamiento de CUENTOS DESDE LA LUNA ROJA)


César Gustavo Valcárcel Carnero, mi hermano mayor, nació en Lima, el 24 de octubre de 1945. Día que la ONU fue fundada en San Francisco (California) por 51 países, al finalizar la Segunda Guerra Mundial (con la firma de la Carta de las Naciones Unidas). Gustavo, actualmente le da importancia al arte, antes la ciencia lo tenía jaqueado. Es un magnífico fotógrafo ecologista. Su afición y pasión por la narrativa verá sus frutos el jueves 10 de julio, a las 7 de la noche, cuando se realice la presentación de su libro CUENTOS DESDE LA LUNA ROJA, que Summa Editores lanza este año 2014.

R: ¿Qué remembranzas alegres y tristes evocas de la infancia en México?

Remembranzas tristes, sustancialmente no tengo, salvo el dejar ese hermano país (nuestra segunda patria, luego de seis años de destierro de papá), despedida de los amigos y el desprendimiento de nuestro adorado perro “Palomo”.
En cambio, la alegría brota en mis recuerdos con cada pasaje que nos hicieron vivir nuestros padres. El bosque de Chapultepec y su gigante castillo, donde se inmolaron niños cadetes defendiendo su territorio de la invasión francesa. El Club Deportivo Hacienda donde nos bañábamos en pleno invierno. Los viajes a Palo Bolero, a Cuernavaca, Veracruz, las películas infantiles soviéticas que veíamos de vez en cuando, etc. Las reuniones en casa con los “tíos” que queríamos: Luis de la Puente Uceda, Juan Gonzalo Rose, Manuel Scorza, el tío Willy Carnero Hoke, el tío Genaro Carnero Checa con nuestros primos (Genarito y Nuri), Jacobo Hurwitz (y Anita); Teodoro Azpilcueta y familia, etc.; eran reuniones de desterrados para armar la Revolución, leer, platicar, escuchar música criolla con sollozos y expresiones de alegría y soñar con el retorno al Perú Son innumerables los recuerdos que fluyen como cataratas al lado de nuestros padres, incluyendo nuestras “nanas queridas” Matilde y Dolores, que nos dieron su ternura en la compañía y crianza.

R: Cuando eras adolescente te gustaba escuchar música clásica, por ejemplo El Lago de los Cisnes, ¿qué otras piezas fueron de tu agrado y por qué?

En casa papá oía exquisita música, pero no era pedagogo con nosotros; siempre lo veía en un pedestal alto que no podía alcanzar. Pero, quien me empujó al mundo de la música clásica fue nuestro amigo de la adolescencia Enrique Romero Chigne (“Quique”). Con él escuchaba su colección de discos LP de los grandes clásicos universales. Me impresionó excesivamente la potencia de la 5ta. y la 9na; tronaron sus notas en mi caja toráxica. Sinfonías de Ludwing van Beethoven; además de la dulzura de “Para Elisa” y “Claro de luna”. La suavidad de clásicos con Tchaikovsky, Mussorgsky, Rimsky Korsakov, Chopin y otros. Fue mi inicio en la modesta cultura musical que sigo arrastrando, a mi lado más allá del tiempo.
La música imprime dulzura en el alma, te da calma o furor, te aísla del mundano quehacer que te rodea y te transportas a otras latitudes inimaginables. Además, te acondiciona la mente para producir como si estuvieras con la quietud del mar por las mañanas. En la actualidad, acercándome a los 69 años, mi ambiente laboral lo rodeo de clásicos y de música instrumental ligera. En Moscú, siendo estudiante universitario, asistí a varios conciertos y ballets en el Teatro Bolshoi: vi Giselle, El Lago de los Cisnes, La Bella Durmiente y otras obras.

Violeta caminando con su hijo Gustavo
.
R: ¿Qué rescatas de tu viaje a Europa del Este, de la universidad Lumumba, de su enseñanza, de tus condiscípulos?

De los extintos países socialistas conocí, aparte de ciudades importantes de la URSS: Polonia, Checoslovaquia, Rumanía y Bulgaria. Dentro de la URSS estuve varias veces en Leningrado, visité Bakú, Moldavia, Sochi, Bielorusia, Ucrania y ciudades menores. El común denominador de ellos fue la solidaridad, la amistad y la ausencia de lacra del capitalismo (robos, prostitución, etc.). No puedo negar que, eventualmente, encontré personas insatisfechas o frustradas, pero no era lo usual. Tampoco les di mayor importancia, pues era tanta mi pasión por el socialismo, que hacía oídos sordos a cualquier “raje”.
Mi universidad fue una de las mejores, pues las exigencias en el estudio eran altas. Quien salía mal en sus notas, lo regresaban a su país. Todos los fines de semana habían controles escritos de cada materia y exámenes los fines de mes. Así que la pasábamos estudiando. Contrariamente a lo que se dice o piensa la gente, el adoctrinamiento no se practicaba, pero –obviamente- sí nos enseñaban historia, geografía y cultura general del país. También teníamos prácticas pre-profesionales. Todo lo subsidió el pueblo ruso.
Mi mayor logro (porque no pude ejercer mi profesión a cabalidad) fue obtener una férrea disciplina en mi formación y, creo, una amplitud de criterio para tomar decisiones. Eso me ha permitido trabajar en disímiles puestos: traductor, jefe de proyectos ambientalistas, funcionario municipal, asesor y consultor en diferentes instituciones del Estado.
De mis amigos no sé nada, y me apena un poco. Cada quien marchó a su país de origen y jamás me carteé con nadie. No había Internet. Pero, sus rostros los llevo guardados en mi espíritu.

R: ¿Qué libros marcaron tu primera juventud?

Definitivamente, la avidez por la aventura, el conocimiento de la naturaleza, me la dieron las obras de Julio Verne y la Teoría de la Evolución de las Especies de Charles Darwin. Ambos escritores marcaron la huella que sigo en vida. Posteriormente, la serie televisiva de Jacques Cousteau me arrimó eternamente hacia el mar y la fascinación del mundo submarino con sus sistemas ecológicos, él dijo: “La felicidad de la abeja y la del delfín es existir. La del hombre es descubrir esto y maravillarse por ello”. Gran frase! Mi vocación ha sido siempre la naturaleza, la ciencia y la investigación. Las novelas de autores rusos. Libros como La Guerra y la Paz, Así se templó el acero. También, el Lobo Estepario de Hermann Hesse: ”Lo que más odiaba era todo lo mediocre, normal y corriente”. El Viejo y el Mar de Ernest Hemingway; las aventuras de Tom Swayer de Mark Twain; Robison Crusoe, la obra más conocida de Daniel Defoe (1719), considerada la primera novela inglesa. Más adelante, del cine extraigo filmes que participaron en mi formación: El Acorazado Potemkin, El 41, Pasaron las Grullas, películas sobre la Gran Guerra Patria (así denominan los rusos a la Segunda Guerra Mundial).

R: Desde hace dos décadas esbozas narraciones, ¿cómo así decidiste armar un libro finalmente?

Vaya, vaya, sí que te gusta rasquetear el alma. Comencé escribiendo un poema dedicado al Che Guevara, cuando el mundo quedó conmocionado con su asesinato: “Los poetas no deben escribir hoy día que han matado al Che/ porque su muerte no es causa de congoja/ Los poetas sí deben escribir esgrimiendo sus fusiles cotidianos…”. El tiempo se encargó de perderlo. Estaba yo en Moscú y desde ese entonces comencé a garabatear hojas en blanco, todas llenas de versos que finalmente iban a su destino: el basurero; pero me ejercitaba en la redacción, corrección y constancia. Cuando viví en Chiclayo se produjo el fenómeno de El Niño de 1982, no tenía trabajo fijo y el tiempo sobraba. Nació la curiosidad de anotar mis anécdotas, que he venido puliendo más de treinta años. Tengo de esa época a “Don José Suclupe”, “La enferma”, “El sueño de Angelina”, “Luna de miel” y “El brujo de Pichanaqui”. Los tres últimos, corregidos, integran mi libro, que saldrá a las calles en estos días, a ver quién se interesa, lo adquiere y lee.
Hace cuatro meses, aproximadamente, me puse a pensar en la vida. Me di cuenta que si no dejaba algo publicado, mi existencia por la Tierra iba a ser efímera Me puse las pilas, hablando en romance criollo, revisé lo que tenía y elegí a los tres cuentos citados. Ahora sí podré pasar a otra dimensión, pero con un libro que podría hacerme durar más de dos generaciones; al menos, así lo anhelo.

R: Tu labor en el Ministerio de Pesquería, ¿cuándo trabajaste en el Proyecto Bayóvar, qué experiencias te dejó?

Tuve a mi cargo a un grupo de 40 científicos, profesionales y técnicos que en 1975 partimos a Piura para ejecutar un proyecto que yo había concebido “Evaluación de la Bahía de Sechura para prevenir la contaminación ambiental”.
Corría el Gobierno Reformista del General EP Juan Velasco Alvarado. Ministro de Pesquería era el General EP Javier Tantaleán Vanini y –luego- el General Guillermo Arbulú Galliani. Entre químicos, oceanógrafos, meteorólogos, biólogos marinos, ingenieros pequeros, analistas de laboratorio, etc., montamos un centro de investigación, pionero en la historia de la evaluación de sistemas ecológicos del Perú. Pudimos cuantificar e identificar a las especies marinas originarias del lugar. Evaluamos las complejas corrientes de la bahía, registramos las condiciones meteorológicas, etc. Se publicaron tres artículos científicos, sentando las bases de cómo se hallaba el lugar antes del boom petroquímico, minero y pesquero de Bayóvar.
Un General infausto, cuyo nombre no deseo mencionar, dio golpe de Estado y a los pocos días nos quedamos sin el nuevo Gobierno, sin trabajo, sin pan, sin explicación alguna. Volvía al Perú el prejuicio anticomunista, con sabor macartista. Al poco tiempo mis compañeros tuvieron que partir a distintos lugares y el sueño, la inversión, quedaron truncas. Eso sí dolió en lo más profundo de mi ser. Sentí que, injustamente, me mutilaron, pues el gran trabajo planificado ambientalista, fue tirado al basurero.

R: ¿Amas la naturaleza de modo singular?

Sí, hermanita. Las especies animales y vegetales, la preservación de los ecosistemas, principalmente el marino, han sido mi pasión por años. Como ya el rigor de los años no me permite tener aventuras en el campo, me conformo y distraigo viendo todas las noches “Animal Planet” y los canales del Discovery, History, Nat Geo; además de los interesantes documentales del Canal 7 del Estado sobre el Perú. Felizmente, en la actualidad estoy conectado vía Inernet (Facebook) con centros de investigación ambiental de quienes recibo información y me mantengo actualizado.

R: ¿La figura paterna-literaria debe ser motivo de inspiración, pero también debe resultar una suerte de carga?

Eres medio brujita, hermana. Debe haber algo en la naturaleza que se transmite a través de los genes, llamado factor hereditario, como gigantes moléculas que pasan a tu torrente sanguíneo y se depositan en celdas dentro del cerebro. Yo debo haber recibido de papá una dosis de esas asombrosas moléculas, porque me apasiona escribir, desde una simple carta versos desentonados hasta relatos y cuanta colección de letras pueda juntar en un párrafo. Pero, te acuerdas que nunca tuve muy buena ortografía y me daba flojera buscar en el diccionario, ese gigantesco “burro” (a decir de papá) que había en casa, de la Real Academia de la Lengua Española. Sí que pesaba el condenado ese. Creo que ha terminado en tu biblioteca.
Un cambio radical y fascinante ha sido la incorporación del diccionario con corrector automático en el procesador de textos “Word”. Si te equivocas aparece un subrayado rojo, verde o celeste, según el tipo de equivocación tengas. Ahora es más fácil escribir y aprender ortografía. Desde ese instante mi dedicación a la escritura literaria se ha incrementado. A veces no sé lo que voy a escribir, pero pongo las yemas de los dedos sobre el teclado y se van solitas, apretando letra por letra para formar palabras, oraciones y párrafos. “¡Mostro!” como dicen los hijos y los queridos nietos.
En cuanto a la “carga” que ha significado la reputación de papá como literato ganador del Premio Nacional de Poesía y los Juegos Flores de San Marcos en 1947; y, después, tu imagen poética y de historiadora han sido (y son) una barrera muy dura de flanquear. Creo que esa es la causa principal por la que no he publicado antes. Razón por la cual me he esmerado en presentar al público un trabajo pulido y revisado. En fin, si no gusta, será porque no soy buen escritor, pero… eso sí, un aficionado apasionado o “un mal escritor sin errores”, (jajaja).
Ya tengo en mente mi siguiente cuento: “¿Quién mató a Blanca Estela Bisett?”. Iniciaré próximamente el trabajo de investigación, esbozo y redacción por fragmentos. Va a ser interesante, de suspenso, en ambiente moderno, que, considero, a más de uno le va a interesar y gustar.

Violeta Carnero y Gustavo Valcárcel
.
R: ¿Qué virtudes y limitaciones rememoras de Violeta?

No creo distinguir ninguna limitación en mamá. Ella lo podía todo. Era muy resuelta para ejecutar sus decisiones. En mi memoria sólo he acumulado sus virtudes: Recibir el título honorífico de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos como Periodista, por su gran contribución en este campo, sin haber terminado sus estudios secundarios. Tenía nobleza, amor inconmensurable, amplia solidaridad con todas las personas. Su sensibilidad y relatos de tristeza no podía aguantarlos, se me exprimían lágrimas de los ojos. Y, fue una persona muy estoica, con principios morales, éticos, políticos y revolucionarios. En suma, una gran luchadora social y musa de la poesía romántica de nuestro padre. Violeta, como ella anunciaba, es inmortal, al menos para mí.

R: ¿”Cuentos desde la luna roja” resulta un proyecto cuyas intenciones devienen un tanto íntimas, algo musicales y un poco extrañas, más que rigurosamente literarios? ¿Por ello, en todos sus matices bebiste del testimonio, de la crónica, de la poesía, de los sueños, del periodismo, y, acaso un poco del ensayo, también? ¿O me equivoco?

¡Carambas!, ahora sí te graduaste de Maga. Tú sabes que jamás he estudiado Literatura. Tampoco, redacción (salvo el efímero curso de Legua Española en Secundaria), ni he asistido a círculos literarios. Por lo tanto, soy un lunar en medio del lado visible de la luna. Mi formación personal es científica y tengo experiencia en administración pública, sobre todo municipal. Me retiré de dos círculos de “escritores” en la Web, porque me puse a corregir ortografía (¡yo corrigiendo ortografía!) y redacción a personas que se vanagloriaban y sentían grandes escritores y se tiraban flores y alabanzas entre sí. Terminé “metiendo la pata” y me retiré. Esa es mi “formación” en este campo, que le voy tomando el gusto poco a poco. He redactado artículos periodísticos de modo autodidacta; he escrito versos y cuentos, sin ser literato; es decir, me estoy metiendo a la piscina sin haber aprendido a nadar bien. Ojalá que no salga maltrecho…
“Cuentos desde la luna roja” es la suma de tres narraciones fantasiosas de episodios que me han sucedido en la vida y las he trasladado a cuentos con personajes mestizos, algo reales, algo inventados. Todas las escenas son creadas sobre la base de ciertas ocurrencias que me han sucedido. Evidentemente no son cuentos 100% puros, nacidos de mi capacidad y conocimientos literarios. No lo tengo, como ya lo confesé. Sin embargo, me esmero en darle identidad a los personajes, veracidad circunstancial a las escenas y organización de una trama que atraiga al lector. Vamos, pues, no recibiré un Premio pero –de repente- algún comentario alentador en algún medio de comunicación. Me interesa que la gente lea mi trabajo y se emocione. A ello apunto.

R: A nivel nacional, ¿con qué autor te sientes más identificado? O con ninguno?

Definitivamente de quien fuera amigos de nuestros padres: Julio Ramón Ribeyro, el maestro del cuento y su técnica. Lo admiro, algo de él he tratado de asimilar. De antaño, Don Ricardo Palma y sus inagotables “Tradiciones Peruanas”. 
La poesía nacional con la que más me identifico es la de César Vallejo, nuestro paradigma. De ahí salto a Gustavo Valcárcel, Gonzalo Rose, César Calvo, Javier Heraud, Arturo Corcuera, Reynaldo Naranjo, Gladys Basagoitia, de las promociones del 50 y 60. Sabemos que en narrativa destacan Eduardo González Viaña, Carlos Calderón Fajardo, Jorge Nájar, Óscar Málaga, por ejemplo. He leído algunos libros suyos recientemente.

Arturo Corcuera, Rosina Valcárcel, Gustavo Valcárcel, Marcos Ana, Violeta Carnero y Winston Orrillo
.
R: ¿Qué punto ha sido el más frustrante durante esta experiencia?

No tener dinero para aprender más de nuestro rico idioma y poder seguir escribiendo a dedicación exclusiva. En una sociedad más avanzada el Estado debería subvencionar a quienes se dediquen a la cultura, a la creación artística. Pero, ahora, ni César Vallejo podría vivir de la poesía sin trabajar como ayudante de contaduría. Hay que trabajar durísimo, sacrificar la vida personal, a la familia meterla en las limitaciones económicas hasta (si tienes cierto éxito) ser reconocido por las editoras para que “aflojen” dinero por adelantado. Ahora, dejas tu vocación a un lado para conseguir recursos económicos. Sólo tienes las noches, madrugadas, algo de los sábados y domingo, para dedicar unas horas a lo que te apasiona.

R: ¿Qué aspecto te está dando más alegría?

La satisfacción de haber cumplido con una de mis grandes aspiraciones en la vida: la de publicar un libro en el campo de la literatura. (Tengo en la rama de la ciencia y de la administración municipal). También, la expectativa, y la adelantada respuesta de parabienes de familiares y amigos que recibo vía el Facebook.
Es muy grato sentir el reconocimiento de familiares y amigos. Es saludable. Es una suerte de compensación a la dedicación, sacrificio, atrevimiento y riesgo personal.