martes, 15 de abril de 2014

Ronald Arquíñigo Vidal: ESCRITOR DE ANTEOJOS


Escribe: Jorge Nájar
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En las once historias que componen Cada uno con su infierno (Summa, 2013), Ronald Arquíñigo Vidal (Lima 1982) se enfrenta a la prueba de un invento literario que apuesta por todo o nada: si decae su carácter expectante o falla el desenlace, el invento puede caer en el vacío. Tal es el destino de los cuentos. Tal es el destino de los cuentistas.
En la historia con la que abre estamos en un tugurio limeño. El protagonista es un ser disminuido por el desprecio. Un narrador omnisciente narra su sufrimiento y nos conduce por un turbio acantilado para cobrarse la venganza: ¿de qué?, ¿contra quién? Lo que se apresta a realizar ese pobre diablo hace que el lector se mantenga en vilo, suspendido de la palabra que escarba con minucia y sin piedad en esa conciencia. No tiene ni una gota de grasa. Todo es fibra. En la segunda historia, el escenario se ha trasladado a Buenos Aires. A diferencia de la historia limeña, aquí las calles y los bares tienen nombres propios. Matías acude a una cita con su novia y se encuentra, en una situación equívoca, con el mensaje descubierto entre ceniceros y tazas en la mesa del Bar Suárez. El mensaje está dirigido a alguien cuyas iniciales no corresponden con las de Matías, pero la caligrafía se parece a la de su novia. El esclarecimiento de esa situación es el motor de una historia que avanza imperturbable hacia el meollo de la tragedia.
Más allá de las anécdotas está la música que resuena en cada una de ellas. La música de la prosa narrativa. La música de fondo. A lo largo de todo el conjunto el oído reconocerá esas entonaciones. En unas se oyen los desgarramientos del vals peruano y su preferencia por historias de callejón. En otras, las melancolías del tango. Y en casi todas el trasfondo del jazz. Se trata de un universo en el que se entreteje el mundo de las pasiones rebosantes de furias, odios y rencores que llevan al crimen en la intensa música de la noche. Se levantan ante nuestros ojos verdaderas ruinas de la existencia navegando entre habitaciones sombrías cuyas ventanas dan a jardines ruidosos, barrios degradados por la violencia, embarcaderos, bares, estaciones de trenes abandonadas. No son simples detalles de la anécdota. Es el nervio mismo de estas historias dramáticas. Pero lo que verdaderamente importa en su caso es el ojo y la voz que desde el fondo de esos infiernos, narra, pinta, describe, otorga olores, luces y sombras a la vida cotidiana de una serie de personajes marginales.


A lo largo de todas las historias el lector avanzará dividido entre esos dos mundos, entre esas dos melodías, hasta asistir a la aparición de “el escritor de anteojos”, descrito prácticamente con las características físicas del autor: “un tipo alto y flaco, bastante desaliñado” tal y como aparece en una de las solapas del libro. A partir de ese momento los cuentos ganan en luminosidad, los escenarios son más bien diurnos y sus personajes son escritores, músicos, gente inmersa en el arte, pero aún así, gente abandonada en el camino. Resulta pues tentador afirmar que el autor narra historias muy cercanas, tal vez vividas en sus trajines entre el mundo rioplatense y el universo que germina crece y agoniza en las tres veces coronada villa.
El cuento con el que cierra el volumen es de antología. El escritor de anteojos es presentado por el narrador omnisciente en su nicho ecológico, una habitación dentro de una vivienda urbana colectiva. Se trata de un conventillo en el que cada cuarto es alquilado por hombres solos. Los servicios son comunes para todos los inquilinos. Solitarios que se esquivan unos a otros. Gente ensimismada en sus propias preocupaciones: un escritor poco satisfecho de sus propios proyectos de escritura, un envejecido intérprete de tangos y milongas en su estrecha habitación. Seres anónimos que pasan como sombras por los pasillos y corredores. Allí el escritor recibe la visita de Andrea: “Lo previsible sucedió, pues terminaron haciendo el amor, espiados por la luz anochecida de la calle y anestesiados por la música melancólica del viejo.” Una verdadera delicia de discreción y hasta de solidaridad con ese mundo inundado de melancolía.
Como ya se señaló, las historias de Arquíñigo Vidal arrastran compases del sur, de milongas, de valses y, sobre todo de mucho jazz, de mucha noche, cervezas y whiskys. Y un gran desasosiego. Todo eso, más la minucia de los detalles para retratar tanto el mundo visible como el invisible, termina por plasmar en unos textos cargados de poesía órfica.

Narradores: Ronald Arquíñigo Vidal y Pablo de Santis.

lunes, 14 de abril de 2014

Entrevista a LU CAROLINA, autora de LA BULLA Y EL SILENCIO.


"Con este cuento quiero lograr que los niños enriquezcan su imaginación, fortalezcan sus valores y tengan libertad para crear, 
para que imaginen" (Lu Carolina)


El año pasado Summa editó LA BULLA Y EL SILENCIO, la ópera prima de Lu Carolina, la joven escritora que ha asumido muy en serio el oficio de narrar para incentivar en los niños el hábito de la lectura. Lu escribe poesía, hace cuentacuentos, es docente de educación primaria y tiene dos novelas que ya está corrigiendo. Les dejo esta entrevista que les ayudará a conocer más sobre la novel narradora. 

Por: Harold Alva

¿Desde cuándo escribes?

Escribo desde que estaba en la secundaria. Comencé a escribir porque cuando era adolescente me era muy difícil expresarme y decir lo que sentía o pensaba, a diferencia de ahora que sucede todo lo contrario. En esa época un lapicero y un cuaderno eran mis mejores aliados para manifestar mis sentimientos o emociones. Me costaba mucho hablar y prefería mil veces escribir cartas o simples escritos entre poemas, cuentos o breves relatos que hasta la fecha conservo.

¿Te sientes cómoda con el cuento, por qué lo elegiste?

Mucho, fue en realidad uno de los primeros cuentos que escribí en el 2010 cuando empecé a trabajar en el colegio donde laboro actualmente, Innova Schools. Lo elegí porque año tras año lo contaba a cada grupo de niños que tenía a mi cargo, para ser específica, segundo grado de primaria y veía que causaba un gran efecto en ellos: Empezaban a “hacer silencio” y aprendían a escuchar atentos las clases. Ese en realidad fue el objetivo del cuento, que en primera instancia sólo estuvo en mi cabeza por tres años y recién el año pasado decidí redactarlo y  publicarlo.

La bulla y el silencio, es un cuento para niños, para muchos es complicado trabajar textos para niños porque presupone otro tipo de sensibilidad, quizá inocencia ¿cuánto tiempo te demandó trabajar esa historia?

Sí es un cuento para niños desde el nivel Inicial hasta segundo grado de primaria o incluso hasta tercero. La verdad es que para mí no es nada complicado escribir cuentos para público infantil, para ser franca me encanta hacerlo, las ideas surgen en mi cabeza con tan sólo escuchar una palabra, empezar a imaginar un ambiente determinado o tener la necesidad de crear un cuento en el momento de  hacer mi clase con un tema específico. Muchas veces creo cuentos hasta para el área de matemática en tan sólo minutos cuando dicto mi clase.
Concebir ese cuento me tomó unos minutos y redactarlo menos de una hora. Con respecto a la sensibilidad para escribir, sí soy alguien bastante sensible aunque a simple vista no se note, llevó una niña interior como todo adulto, creo, que le encanta revivir momentos de juego, risa, canciones y viajar muchas veces por el país de la fantasía, como dice la canción de Roberto Gómez Bolaños en unos de sus programas.
A esto le agrego que tuve una infancia muy linda con momentos inolvidables, sobre todo en las noches cuando mi papá me contaba cuentos de terror para dormir y mi mamá cuentos de hadas e incluso mis tíos lo hacían pero, la verdad, nunca llegaba a dormirme, ellos se dormían y yo tenía que despertarlos para que me cuenten el final de los cuentos a pesar de que ya los sabía.



¿Cómo seleccionaste tus personajes, por qué quisiste darle vida a esa polaridad y no sólo juntarla sino interrelacionarla?

Más que seleccionarlos, me vi en la necesidad de hacerlo porque, como te dije, suelo mucho crear cuentos en el momento que los necesito, además todo docente siempre va a estar en contacto con la bulla y el silencio en sus clases y muchas veces vamos a necesitar del silencio más que la bulla. Ese día me presenté ante los niños y necesitaba su atención y al ver que hacían bulla, se me ocurrió el cuento en unos minutos, donde el silencio gana al final. Y viendo el punto de la polaridad y tomándolo desde un aspecto más personal, creo que nada existiría si no hubiera contradicción o contraposición, cada polo es importante y en mi cuento ambos lo son, ambos aprenden.

¿Hacia dónde crees que nos lleva la literatura, o hacia dónde quieres que te lleve a ti, o hacia dónde quieres tú llevarla?

Nos lleva a un mundo mágico de expresión, emoción, sensación y contradicción, creo que toda persona que escribe viaja por diferentes lugares que quizá no existan en la vida real. Cada vez que escribo me transporto.
Por otro lado considero que la literatura infantil es un mundo abierto para cada niño, un mundo que no podemos imponer a que lo visiten, sino invitarlos a conocerlo. Con este cuento quiero lograr que los niños enriquezcan su imaginación, fortalezcan sus valores y tengan libertad para crear, para que imaginen.

¿Qué te deja la escritura?

Deja un sabor delicioso entre mis dedos. Publicar mi primer libro ha sido realizar un sueño que ha permitido que me crezcan las alas y aumente esta sensación por seguir escribiendo y concebir otros proyectos literarios.

¿Cuál es tu próximo proyecto? ¿Hay un próximo proyecto?

Sí, tengo muchos proyectos, el que se viene será una novela para niños un poco más grandes. Se llamará “Mi mamá es una bruja” y aunque el título suene bastante fuerte, tratará de los poderes mágicos que tienen todas las madres que representan a una bruja buena que con sus hechizos permiten que sus hijos las admiren y las amen. En realidad me inspiré en mi madre para escribirla porque la considero mi modelo a seguir al igual que mi padre al que también próximamente dedicaré otra novela titulada “Mi papá es un sapo”.

Otro de los proyectos que tengo en mente es escribir la continuación de “La Bulla y El Silencio” y publicar un libro de cuentos exclusivamente para docentes y finalmente desarrollar mi  faceta de “cuentacuentos”.

Con el editor de Summa, en la presentación de LA BULLA Y EL SILENCIO. 

lunes, 7 de abril de 2014

“Para ser poeta, hay que haber vivido en el infierno”: reseña de libro “Vallejo en los infiernos” de Eduardo González Viaña


Escribe: Blanca Estela Bisset

Una de las pocas cosas buenas que tiene este fenómeno nuestro de la globalización, es que podemos acceder a mundos que antes nos estaban vedados, a personas distantes, a culturas antes inaccesibles. Así, pues, por mi parte abuso de este beneficio y disfruto del errático descubrimiento de libros, autores, experiencias, sensaciones, casi todas virtuales, pero no por eso menos ciertas y presentes. Hace apenas un día llegó a mis manos este libro épico, monumental, asombroso. “Vallejo en los infiernos” Una biografia casi novelada del amado poeta ausente, aquel que se nos murió en París, un jueves de aguacero. Antes de ésta, leí con avidez y gratitud, dos biografías, una de Espejo Asturrizaga y otra de Córdoba. Ambas eran un encomiable intento, pero desde mi humilde opinión, faltó la perspectiva del tiempo y la cercanía afectiva de ambos con el poeta, restó rigor objetivo a sus escritos. 
Hasta que llegamos a esta ambiciosa empresa del escritor Gonzalez Viaña. La primera cosa que debe decirse sobre la obra es que no permite respiro. Tal vez sea el poeta, quien atrapa, o el biógrafo, pero desde que se abre la incitante cubierta con el aliento contenido, no se puede sino llegar hasta la última letra; y llorar, de gratitud, de admiración, del bendito estado de gracia que producen las obras maestras. Escribo esta poca cosa, insomne, hambrienta y agotada, pero con el inmenso gozo de haber penetrado un arcano.


Vallejo fue encarcelado en Trujillo bajo la acusación de haber participado en un oscuro pero sangriento incidente ocurrido en su localidad natal de Santiago de Chuco. Las circunstancias que rodearon el suceso (Vallejo había pronunciado allí unos días antes una conferencia en la que defendió apasionadamente a los campesinos pobres y atacó con idéntica pasión a las instituciones que permitían impunemente los abusos a los poderosos), o las razones que adujeron las autoridades para acusar y encarcelar al poeta nunca quedaron del todo claras. Aunque también es posible que tales razones carecieran de importancia y lo único relevante fuera que Vallejo se había creado unos enemigos muy poderosos y capaces de recurrir a la compra de jueces y testigos o a un monumental fraude procesal.
El propio director de la prisión, impresionado por el aspecto del preso que acaban de poner bajo su custodia se asombra del poder y la mala fe de unos enemigos que además de encarcelarlo han presionado para que sea llevado al ala más peligrosa y temida de la prisión, al infierno. El término guarda analogía con el misticismo omnipresente en la obra del poeta, y sus antecedentes de aspirante a clérigo. Para nada es casual esa elección. González Viaña – casi camarada del poeta en su calvario – elije la expresión dantesca, sólo después de haber sopesado cuidadosamente la dimensión de su significado.
Gracias a una campaña popular que puso en pie de guerra a los sectores más combativos del país, las autoridades no se atrevieron a mantener en tan espantosas condiciones a su preso más conocido y en marzo de 1921 (es decir, más de cien días después de su ingreso en prisión) aceptaron concederle una suerte de libertad condicional que no le exoneró de las acusaciones, pues la idea era seguir más adelante la causa judicial abierta contra él.


Ese es el comienzo del exilio parisino de Vallejo, que alternará con residencias temporarias en España. Nunca más pudo regresar a su país, tal como lo profetizó en su “Piedra negra, sobre piedra blanca””. Las algo más de quinientas páginas se leen con avidez sedienta. Ahí está presente el poeta en su pequeña vida cotidiana. Produce la extraña sensación de que González Viaña formó parte de esa familia torturada y heroica; que estuvo ahí, aliviando penas, enjugando llantos. Hermano de César en la cárcel de Trujillo. Mi segunda conclusión, es que luego de la lectura de “Vallejo en los infiernos” debo releer toda la obra vallejiana. No serán los mismos ojos, quienes lean “Trilce”, ahora que lo sé todo. Ahora que el poeta me abrió su alma atormentada, y que yo también – de algún modo – descendí con él a ese abismo. Nuevos serán también sentimientos y sensaciones al leer “Poemas humanos” o “La cena miserable”.
Para la última de mis conclusiones, invocaré a un notable. Dijo alguna vez, León Tolstoi: “Siento que no debo escribir, cada vez que veo a otros, hacerlo mejor de lo que yo pueda quizá hacerlo nunca”. Y es que me deslumbra la prosa elegante y a la vez coloquial, asequible, pero erudita. El señor González Viaña - me temo – ha desalentado para siempre mis pretensiones de escritora. Destino será el mío, de seguir leyendo, sus obras y las otras que me lleguen.
Vallejo es y será por siempre mi preferido. Por la intensa sensibilidad que trasuntan sus poemas, por la fuerza expresiva de su palabra, tremolando cual bandera. Porque es un símbolo, no del Perú, ni tan siquiera de la América Latina. Es emblema de una humanidad que no se resigna, combativa, comprometida, heroica. Esta obra sobre su vida, es tal vez el más digno homenaje que se haya hecho a su epopeya. Feliz de mí, de haber podido ser testigo. 
Gracias Eduardo González Viaña por “Vallejo en los infiernos”, gracias Perú, por César Abraham Vallejo Mendoza.

domingo, 6 de abril de 2014

HAROLD ALVA EN LA INSOMNE CIUDAD DESIERTA

 “Tú escribes como quien ha roto su lengua
para penetrar con los nervios las respuestas de la tarde”.

               H.A.
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Escribe: Winston Orrillo
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“Una poesía con otra forma de decir las cosas”, dice, acertadamente, el vate y crítico, Dimas  Arrieta, en la nota de contracarátula de CIUDAD DESIERTA, Summa editores, 2012, la más reciente obra del joven (Piura, 1978) poeta y hombre de letras,  Harold Alva Viale.
Un breve volumen, para decirlo de entrada, que es congruente con una poética del desasosiego, de la angustia, de todo aquello que nos visita en lo que el maestro Borges llamaba “la atroz lucidez del insomnio”. Y esto último no es una casualidad, porque una suerte de subtítulo del texto es “Apuntes para convivir con el insomnio”
La columna del suscrito es, lamentablemente, exigua en espacio, por lo que, si nos detenemos en el desmesurado currículo de Harold, se nos va la mitad de aquél, por lo que nos limitamos a señalar su más de media docena de poemarios, una novela, una saga de cuentos para niños y otras seis antologías, amén de sus viajes al extranjero, como invitado especial a certámenes de líridas, la traducción de sus versos y su trepidante condición de editor, Altazor, 2009/2011 y, actualmente, Summa, así como la dirección de la revista de cultura y política “Contrapoder”; y, por si fuera poco, fue Editor de la Revista del Foro del Ilustre Colegio de Abogados de Lima. (Habrá, el curioso lector, de preguntarse cómo se hace para tener tal multiforme y plural cúmulo de actividades. Sólo él lo sabe, aunque sotto voce se comenta que, gracias a su insomnio pertinaz, puede vivir, al mismo tiempo engolfado en actividades tan exigentes y disímiles).
El presente es un libro, al parecer, producto de aquél (el insomnio) y, por ello, las imágenes nocturnas se suceden y abarcan la gran continuidad de estos versos (en prosa), con ecos precisos de Lautremont, Rimbaud y Artaud, en su violencia lingüística y en el cúmulo de desazón que nos transmiten: “NOCHE QUÉ PRETENDES AHORA cuando he sido declarado un hombre muerto Yo pensé que evitar el respiro había sido suficiente para que me exculpes de tu salivazo siniestro”.



El poeta, como sucede desde Baudelaire, es un animal urbano: la ciudad, en este caso Lima, es su leit motiv, y su retrato no deja de producirnos una sensación de escalosfrío: “LIMA LLEGA CON LOS BRAZOS helados a tocarme y yo me refugio en tus palabras que aparecen como leños Me abrigo con ellas…”
Y, en cuanto al estilo, la singularidad de Alva, en la poética peruana ad usum, se da en la extremada situación límite de su tratamiento literario: “Tú escribes con la lengua muerta de los resucitados Con la visión de un ángel que destroza lo inefable Tú escribes con los huesos Tu palabra tiene sentido porque en sus llagas reconozco  el osario de la niebla Las hojas que tiritan al contacto de fantasmas que retornan para liquidar tu nacimiento”.
Pero, paradójicamente, aquí está la clave: la poesía es, entonces,  la única salvación. El poetizar es un maderamen en el que el bardo, transido, se refugia: es su boya con la que puede cruzar el piélago, dilacerado y fragoroso, de la urbe: “Miré los postes Me conmoví con la sombra de un pájaro que volaba sobre el hotel Bolívar y corrí hacia donde tú estabas”.
No hay mucho, pues, de diáfano en estos versos en prosa retorcida, nocturna y terebrante: “UN POEMA COMO LA NOCHE  que se difumina con la luz solitaria de los postes Un poema como tus manos sobre el vidrio Como tu don para quebrar mi hábito de asceta  Como tu risa Como el aire que intenta romper la lengua de las puertas”.
Y aquí está una clave que, por fin, nos permite hallar una salida: el poema de amor, expresado con una aguda sensibilidad, que es como un camino por el que se nos conduce de vuelta a la vida: “TOCO TU VOZ: sepulto mi corazón en una esquina La tarde abandona su sombra con la inquietud de un pájaro que silba como un semiota confundido frente a un quipu Y nadie se acerca Toco tu aire La velocidad de tu emoción suspendida  en los símbolos de una pununa Y nadie nos cerca Nadie ahora que mis ojos se quiebran". (Repárese en el no uso de la puntuación).
Y así, como éste que hemos escogido al azar, hay varios otros: un espléndido ejemplo es el que citamos para concluir: “PUEDO DETENERME TODA LA NOCHE a mirar el mundo desde tus ojos Lo sabes: y si los cierras dejaría de verlo pero no de recorrerlo Cuando cierras los ojos me acercas el mundo: tu mundo  Mi único mundo”
Hay, igualmente, en el libro, una colección de preseas poéticas, en cierta forma como haikus, de los cuales escogemos los siguientes: “SI ESTUVIERA ALLÍ no solo estarías/ en mis brazos”, “GRACIAS POR ESTAR ALLÍ Contigo la noche/ tiene otra distancia Otro sabor Otra música a/ pesar de mi inestabilidad auditiva”, “INTENTO DETENER LOS CABALLOS de tu furia/ Me sujeto de tus crines  En tu ira reposo mi/ violencia con la ternura de una ola” “TÚ CREES EN DIOS Yo creo en tus dientes/  Creo en la lengua imperativa de tu espalda”, y “UN PÁJARO CANTA Y LA TRISTEZA LE EXIGE que a su trino le borre el nombre de su pájara”.
Y, el último, congruente con la temática misma del breve volumen: “TU BOCA COMO LA MANO DE UNA ACUARELA/ de Delacroix difuminándose a medianoche/ mientras mi voz se detiene sobre el mármol/ de una banca y la niebla ya no se aproxima”.
Harold Alva nos informa que el presente libro es solo parte de una publicación mayor que, por cierto, esperamos con viva ansiedad.