martes, 31 de diciembre de 2013

Dimas Arrieta y sus Fantasmas del Estadio Nacional

Escribe: Winston Orrillo

A 49 años de sucedida la hecatombe en nuestro primer coloso deportivo, Dimas Arrieta Espinoza (Huancabamba, 1964) la recrea, pero desde un punto de vista sui generis. En efecto, su novela breve “Los fantasmas del Estadio Nacional” (Editorial Summa, 2013), aborda los sucesos del 25 de mayo de 1964, recrea sus infaustos sucesos, desde una perspectiva mágico-religiosa.

Con un estilo que ya va siendo común en él, a partir de sus inicios, hace veinte años (1993), con su “Canto a las Huaringas”, comienzo de un proyecto de homenaje  al mundo mítico y mágico de los curanderos de la sierra piurana (completado con “En el  reino de los guayacundos” (2003) y “El jardín de los encantos” (2008); Dimas Arrieta es un paradigma de escritor joven que brega con la palabra creativa, lo que se traduce en su abundante obra narrativa: en cuento: “Los Majoteros y otras historias gastronómicas” (2010); “La venganza del viringo” (2011), “De cómo una carpeta se convirtió en escalera” (2011). Y, en narrativa de aliento, fue nada menos que finalista en el “Premio Cope Internacional de Novela, 2009”, con su obra “Corazón de viento, bitácora del explorador”.

Catedrático en la Universidad Villarreal, Magíster en Literatura, él es egresado del Doctorado  en Literatura de la UNMSM. Colaborador del Suplemento Variedades del diario El Peruano -donde ejerce la crítica literaria- Dimas es paradigma de hombre dedicado a las letras, todo logrado a puro pulso y con el ejercicio de una impertérrita e indesmayable voluntad, pues su origen y circunstancias lo alejan de las mafias y camarillas literarias realmente existentes. Acaba él, asimismo, de publicar una recopilación de su obra lírica (que comentaremos oportunamente), en conmemoración de los 25 años de la edición de su primer poemario.
La presente narrativa  podría asimilarse a lo que se llama nouvelle, y es una reflexión  sobre los pormenores -una suerte de “balance y perspectivas”- de lo acaecido en aquella fatídica fecha, en tanto en cuanto su proyección ha sido como una suerte de sombra negra para el futuro siniestro del fútbol peruano, que el autor atribuye a la condición supérstite de una mala aura, ocasionada por los varios cientos de muertos de los sucesos de aquel mayo de 1964; todo visto desde la perspectiva de un ojo proveniente de los estratos populares (que son, precisamente, los de su autor). Y, más concretamente, de alguien de la zona norte del país: “De vivir, vivir, no hay como los norteños; creo que nosotros sí sabemos darle ese verdadero sentido: vivir. Mucha gente solo mora, pasa su tiempo sin darse cuenta del verdadero sentido que tiene su destino y su misión en esta Tierra”.
En resumen, la tragedia del Estadio Nacional generó una atmósfera deletérea que ha perseguido a la Selección de fútbol, y que, para el humilde gasfitero Falla, es la que no le ha permitido brillar en el balompié mundial… para acabar con la cual,  se vincula con una morena rezadora, “Mamá Sarita”, que le da una fórmula estrambótica, destinada a exorcizarlo todo.
En fin, la solución, de este modo, no tiene, pues, nada de terrenal y con ello volvemos a un mundo que Dimas Arrieta maneja a la perfección, máxime en esta narración corta que combina tanto el relato situacional, como la perspectiva futura, mientras nos sumergimos en reflexiones como las de la sabiduría popular de la inefable “Mamá Sarita” que podría resumirse en esta frase suya:  “No hay peor demonio que nos domine tanto como el de nuestros propios miedos”.
En la foto 2: Alberto Benavides Ganoza, Dimas Arrieta, Tania Libertad, César Calvo.

martes, 17 de diciembre de 2013

LIMA de Harold Alva


Escribe: Dimas Arrieta Espinoza

Lima (Ediciones ALTAZOR, 2012), es la primera parte del proyecto La épica del desastre. Quedarían pendientes: Post mortem, Los ojos de las estatuas y Las vértebras del fuego. Pero, este libro nos interesa como unidad, como construcción sólida que propone una poética dentro de los asedios de una vida: vívida y vivida. Un edifico poético ensamblado con una estructura de emociones: fracasos, gritos de impotencia, éxito y tristeza.
Con este motivo quisiera revisar brevemente esta propuesta desde cinco categorías: manía, norma, carmen, poiésis, el ritmo. Pues Lima, de Harold Alva, no es un poemario, es un libro lleno de matices que hacen posible un vistazo por el origen de las palabras y el mandato rector de nuestros clásicos.

Manía

La manía para los griegos fue la posesión. La poesía es una manía divina, decía Platón. No es el concepto equivocado que tenemos de esa palabra. Pues el poeta entra en estados de posesión divina cuando revela, desvela, enuncia, codifica, sufre diciendo, revuelve y pone en símbolos lingüísticos lo que palpa y siente la realidad que lo oprime. Por lo tanto, la manía es un estado de conciencia superior ajeno a la pobreza de espíritu en que los seres humanos solemos quedarnos en la rutina. Esta poética de Lima, de Harold Alva, son manías puras, posesiones terrestres y divinas de luces y oscuridad. Pero esta manía que nos revela la dureza de estos tiempos, los días de caos en el transporte y las noticias de muertes y otros males que atacan a la ciudad, son puestos en el filtro de la trascendencia, porque ella dialoga con lo divino, con lo que hay que salvar en esta épica del desastre.


En el primer poema ya está enunciado lo que venimos afirmando: “El lenguaje de estos dedos se escribe sin motivo” Está entonces, la posesión de el verbum, concentrado como logos hecho lenguaje. La posesión del verbo sin control en lo que se dice y enuncia: “Aquí mi voz ya no radica en los dedos o en las plumas de mis alas / Solo está la duda / este silencio / La oscura sensación de un reptil que trepa en lo que escribo.” Esta posesión del verbo se manifiesta en múltiples imágenes, a veces surrealistas, o en determinadas circunstancias se apela al simbolismo, donde no se dice ni se describe, tan solo lo sugiere: “La misma canción que inventamos / para ocultar los cortes / mi estructura de hombre que exige este poema / la muerte como una muchacha fresca” (Pág. 23).


Norma

Es la poesía en griego, se refiere a la creación poética. No es el sentido significativo que le hemos dado en el idioma español, incluso apela a un nombre propio femenino. Tampoco la palabra norma acude a las reglas, a reglamentos que rijan los procesos. Desde el punto de vista de los orígenes de esta palabra la empleamos como una categoría constante en Lima. Los actos creativos, desde y con el logos, permanecen en actitud de rebelar y develar la realidad: “Los habitantes muerden el tráfico Los habitantes patean un cuajo de su sangre como si la noche no importara Como si un cuerpo en el asfalto no importara (…) Aquí el horizonte se quiebra Los postes apagan la luz artificial de sus osamentas pero nadie se da cuenta Nadie observa el movimiento de sus callejones Las súplicas celestes Nadie la cifra mortal de sus nacimientos” (Pág. 25).


Es cierto, Lima es una ciudad de tensiones, como cualquier gran metrópoli donde los problemas sociales coronan sus desgracias. Por eso esta norma-poesía, contiene esa dureza, los conflictos hechos versos que se desangran, no son himnos o loas pacíficas y de veneración a la ciudad, sino conmovedoras imágenes en ásperos versos. La ciudad es un bosque de peligros que no entran en la ficción, son más fuertes que ella.
Este libro es eso: un bosque de imágenes donde los alaridos de las palabras son animales sonoros hambrientos de trascendencia. Pero es una poética distinta a las anteriores que han cantado a Lima, tanto los poetas de la promoción de 60, como en los años 70. Es una norma distinta, una creación que tiene que ver con la orfebrería del lenguaje: “Lima debe ser la persecución de la lluvia Ese ritmo raro El propio vapor impregnado en las ventanas Su olor de alcantarilla clavándose como sonda en tus narices En tu mirada de náufrago absorto entre sus calles Inmóvil ante la vulva gigante de sus calles” (Pág. 39).
La movilidad textual en cada poema va abriendo nuevos espacios, sobresalen los lugares porque se persigue una geografía verbal. Calles que responden a viejos y nuevos movimientos, avenidas, parques y distritos que configuran varias ciudades en una sola. Lima es muchas ciudades y alberga a tantos peruanos de regiones distantes como de culturas distintas. Los textos de este libro tratan de dar estos significados.

Carmen

El significado de esta palabra en latín es poesía, pero es el producto, el contenido y los sentidos de significación de los textos poéticos. Es la misma escritura poética que fija a la poesía. Con esta categoría designamos a toda la unidad temática que abraza Lima de Harold Alva. Un libro unitario, perseguidor de lugares y personajes que reposan en un producto poético, en su carmen, cuyos epicentros tienen su sintonía verbal en lo que pasa y acontece en esta gran metrópoli. No hay otros escenarios discursivos, en su temática, mas que el que concierne a Lima.
La construcción textual, como producto, está inmejorablemente diseñada como textos en prosa que sugieren ser pequeños monólogos. Además, cada poema está antecedido por una antesala, por su carmen, por su producto poético. Entonces, como carmen se ha conseguido un producto distinto a los anteriores libros que han sido dedicados a Lima, temas frescos y recientes son presentados en este campo de referencia que tiene cada poema.
Se sienten instancias épicas, luego alientos líricos, todo en una intimidad pasional de amores y desamores. Sensibilidades que llegan a bordes extremos, pero no extremistas. Se siente el rubor y el rumor de la noche, los silencios y los laberintos de una ciudad que no duerme.
Por supuesto, el lenguaje es el gran protagonista, como debe ser en la poesía. “Ese rumor de sílaba que increpa a mi lengua por un verso Ese paisaje que incendia el prado Que tímidamente intenta distraerte para que sigas allí Para que leas el agua de esta sombra que aparece en tu pantalla Esa luz que acecha como una nube que se posa en la fuente intacta de tus dientes Tus ojos que todavía me sorprenden Que aún permiten este sobresalto de formas y de aire Nadie está aquí y sin embargo es como si todos me rodearan para dictarme estas palabras” (Pág. 71). Lineamientos de cofradía y veneración por los actos de buscar un nuevo lenguaje, una poesía con otra forma de decir las cosas. Preocupación que asedia a los poetas modernos después de la explosión vanguardista.  

Poiésis

Esta palabra o categoría siempre ha estado ligada a la poesía, ha sido traducida como creación poética. Viene del latín que significa actividad que hace la norma, es decir, la creación poética. Entonces, la poiésis es la misma acción del verbo hecho poesía. Una actividad que fluye como identidad y presencia del logos hecho lenguaje. Entonces, Lima, de Harold Alva, ya es una poiésis, esta Lima es una propuesta verbal, una ciudad de palabras donde los que habitamos en esta gran capital nos reconocemos, nos encontramos, palpamos y sentimos sus gritos, su angustia, su caos, sus tensiones sociales, sus huelgas, su fetidez y su extremismo. Pero la amamos, somos ella y parte de las tradiciones y costumbres que asumirán nuestros hijos.
Cada poema es una calle, un lugar neurálgico y conflictivo. Pero allí pululan no solo los sinsabores, sino las felicidades, los reencuentros, con lenguaje propio y original. Este libro es un confesionario de lo que duele esta ciudad, de lo que se ama en esa intimidad llamada mujer: “Soy quien siempre se equivoca El mismo lobo La máquina de aniquilamiento El de los acertijos El de las inútiles coincidencias La máscara de tierra sobre la que germinan simulacros El coyote de la Aviación El sujeto que escribe mientras Lima duerme y la tristeza regresa como el roedor que nos escupe y rasga nuestras osamentas Soy quien siempre se equivoca La bestia nocturna El pájaro que agita las alas para confirmar que el aire apesta Que la ciudad hiede y su veneno  aún nos alimenta ¿Duermes? Soy quien siempre se equivoca El tipo con requisitorias La pésima influencia” (Pág. 81).  

El Ritmo

Es lo que hace referencia continua a la norma, es decir, a la misma creación poética. La vieja poesía, la poesía popular y culta, ha estado, tiene y debe tener siempre como ingrediente el ritmo. Es una música que en el plano de la expresión han impuesto los poetas parnasianos franceses y el Modernismo americano, con mayor explicites y maestría. Mientras que la música de las ideas también ha estado presente en la poesía, con los Simbolistas franceses y en el mundo hispánico con nuestro pionero José María Eguren.
En este libro de Harold Alva encontramos un ritmo de acuerdo a las necesidades del texto. La exigencia de la música es necesaria en la poesía.
Lima, de Harold Alva es una ciudad sonora verbal, pero también hay música en los silencios de las calles que no menciona. Un libro que no está al servicio caprichoso de cantar a una ciudad por compromiso, sino es un canto necesario de identificación donde la ciudad sencillamente son los hombres que la habitan. Un ser humano habla y al cantar humaniza a la ciudad.


La rabia se inocula
                        Como el grito suspendido de una cobra
Lima de noche con mis manos en su espalda
Y un extraño rumor de vidrios destrozados contra el ojo
Contra mi frente de cíclope
                        Extraviado entre los autos
Su inconsistencia para sostener
El incendio de otras cicatrices
En los muros donde gárgolas invaden
El cementerio de mis pájaros
O la hacinada cueva donde habita el roedor de la nostalgia
Su trompa de metal
            Que se abre como la puerta del metropolitano
Cuando cruza Lampa
                        Voltea por Emancipación
Y la ciudad se eriza
Y la ciudad se levanta
Y Lima tartamudea un himno que la proyecta
                        Sobre un muro de quejas
Y la rabia crece
Y nadie tiene el poder para difuminar la espuma de mi boca
Su antídoto de historia
La frente sin laureles
                        De las estatuas posmodernas
Sé que hay una ventana:
Un vitral en el que otros ojos se inyectan contra el cielo de otra tribu
De otra civilización que nada tiene que ver
Con las marcas putrefactas de estos muertos
Otra lengua
Otro código que interpreta
                        Las flechas de mis manos
Sus líneas como quipus
O la rabia:
Su nieve en la cresta de mis puños
Los pilares del tren
                        La bestia que cruza sus entrañas
Los corredores viales que unifican su tragedia
El color seco de su sangre
Mis brazos clavados como huesos
Agitándose como una bandera
Que nada tiene que ver con la historia de su patria
La voz despedazándose
Y el cráneo sembrado sobre un poste
A la merced de un cóndor
Que sabe que sólo habitan tinieblas en mis ojos
Lima es una hiedra
Su trompa se abre como el insomnio de un loco
Que intercede por sus fantasmas
                        Y no hay lugar
No hay casa
            No hay espacio inhabitado
Sólo la lluvia
                     Quebrándome 
                                              Luciferina
                                              Vertical 
                                                    Solitaria.

viernes, 29 de noviembre de 2013

La épica del exilio en la poesía de Jorge Nájar (En torno a POESÍA REUNIDA, Editorial Universitaria UNFV, 2013)


Escribe: Harold Alva
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"En este mundo difuso he levantado mi casa / No pago impuestos ni cobro gabelas / Vivo solamente", nos aclara Jorge Nájar en uno de los poemas de PIEDRA ANGULAR, el libro con el que cierra su POESÍA REUNIDA. Y es precisamente por esos versos que me obligo a repensar sobre la obra que ahora nos convoca, sobre este documento con el que realiza su inventario, los años que le ha entregado a la siempre subversiva forma de vivir como poeta. Como poeta en exilio permanente, porque él, sin impostaciones, sin máscaras o quizá con todas las máscaras, es un poeta que ha hecho del desplazamiento su carnet de identidad, su marca de vida, su propuesta. Desde "Malas Maneras" hasta "Piedra Angular", Nájar nos ha entregado una poética del desarraigado, pero no de aquel desarraigado que desconoce o no comprende la civilización y la cultura por donde se desplaza, no de aquel desarraigado que se condiciona hábitos para sobrevivir porque se sabe de ninguna parte, sino de aquel desarraigado que precisamente porque conoce los sistemas por donde cruza su experiencia, elige el elemento natural de quien vive en perpetuo movimiento como fantasma simbólico cultural para redefinir su origen, para vencerlo. Porque este desarraigado para capturar aquello que lo induce a la sorpresa y escribirlo tiene como regla vencer el canon de su origen. Y esto lo podemos confirmar en los temas que eligió desde sus primeros libros, propuestas que fue consolidando gracias al recurso natural de quien ha vivido en muchas partes; y Jorge Nájar es alguien que ha vivido en muchas partes: desde su incursión a Lima hasta su llegada a Europa y esa constante de quien ha hecho de la partida y el retorno las caras de esa moneda con las que sortea su hábito de vida.
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Jorge Nájar sabe que el mundo está determinado por la migración humana, lo sabemos nosotros porque lo leímos en los mitos que pretenden justificar el nacimiento de las civilizaciones, el Perú es un país de migrantes, Lima es una ciudad de migrantes, París es una ciudad de migrantes; migramos desde el origen, y han sido las sociedades que capitalizaron el poder precisamente del que migra las que más se desarrollaron, lo vemos aquí en nuestras periferias, lo vemos en ese gran opresor del norte que es una tierra de migrantes, lo leímos en los textos de religión e historia, por eso no es sorprendente que un poeta se haya atrevido a asumir su condición natural con el equipaje de quien migra. Sin embargo este nómade posmoderno eligió subvertir esa condición desde su escritura, por eso critica con ella ese canon al que me referí hace un momento, un canon que va más allá de las anécdotas de lo literario, qué es el canon literario finalmente sino aquello que dejó de ser subversivo y se convirtió en receta para la perpetuidad, para las discusiones de quienes pretenden justificar el conocimiento, su información, lo que consideran sus aportes. 
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Yo estoy seguro que a un poeta como Nájar le importa lo que equivale el sonido de quien muerde una manzana si forma o no parte de aquellas páginas por las que seguro otros son capaces de traicionar su consecuencia. Por eso su participación en el proceso de nuestra literatura o las entregas de sus libros siempre ha sido discreta, él sabe lo que escribe, a él no le hace falta el otorgamiento de laureles o el reconocimiento de algún crítico, él escribe con la incredulidad de quien conoce, él avanza con la incredulidad por el meta discurso, su formación lo obliga a desconfiar de los efectos prácticos de los meta relatos a los que se refería Lyotard y sin embargo su apuesta por la poesía tiene responsabilidad épica.
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Escritores Paco Tumi, Tulio Mora, Jorge Nájar y Arturo Corcuera
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Jorge Nájar fortalece una legión de poetas que hicieron de ese tipo de desarraigo su mayor propuesta, por eso asocio su proyecto de escritura a las poéticas de Vallejo, de Moro, de Eielson y de Chariarse. Ese sentido del que irrumpe que aprendimos con el Trilce de Vallejo y esa imprecisión del vuelo onírico que asimilamos con Moro, ese repaso a todas las formas que entendimos gracias a Eielson y ese respeto por las formas clásicas pero rupturistas con las que escribe Chariarse; y es intrigante porque nos pone frente a tradiciones opuestas pero completarias: Gamoneda y Moro, por ejemplo, pero que nos sirve para rastrear su registro y nos brinda luces que empiezan con Cisneros en Malas Maneras, continúa con Marcial, sigue con Cluny y nos devuelve a Bai Juyi y a Catulo, lo que definitivamente nos coloca frente a un poeta que ha asimilado las grandes tradiciones para entregarnos una propuesta que irrumpe como la voz en cuya sonoridad crepita un canto épico. Un canto que se fortaleció en ese primer Nájar que integró HORA ZERO, el movimiento más contundente en sus elementos de ruptura.
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Pero Nájar es un poeta que no ha dejado de luchar por vencerse, por derrotar su Yo poético, para trascenderlo, para trascenderse. Él sabe que si un poeta es auténtico debe empezar por derrotarse a sí mismo, hay poetas que no han logrado vencerse a sí mismos, ellos son los prescindibles. Rimbaud se destruía a sí mismo, Baudelaire se destruía a sí mismo, Antonin Artaud, se vencía a sí mismo, Leopoldo María Panero, se destruye a sí mismo. En ellos coinciden sus vidas como tragedia, cierto, pero vayamos a quienes no llegaron a extremos vivenciales, Huidobro rompiéndose la lengua en el último canto de "Altazor", Borges en su "Libro de los dones", o Kavafis en "Esperando a los bárbaros".
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En esa lucha ha ido del discurso poético narrativo, o cronipoema, poesía conversacional o coloquial, al discurso clásico, a su apuesta por la imagen, por la metáfora, por la búsqueda de su interioridad al modo Zen, pero desde su propia tradición, desde ese origen al que confirma, desde ese origen al que derrota, desde ese origen al que subvierte con la sagacidad de un brujo que domina el lenguaje con el que se sirve para comunicarse con lo que occidente apenas intuye; y esto lo apreciamos en "Espíritus", el libro en mi opinión más personal de este conjunto: " Poco importa si al despertar / la noche arda o no / pues lo que sí cuenta / es brillar bajo tu sombra".
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Hacia esa sombra viaja y regresa, hacia esa sombra huye o se guarece, contra esa sombra nace y se aniquila, Jorge Nájar ha vivido bajo esa sombra, Jorge Nájar ha sobrevivido sobre esa sombra y en él hay una vuelta al orden que lo legitima como puente de una generación que en este momento escribe desde la precisión de un mundo que ha recibido hecho pedazos. Pero en esos pedazos está la historia y sobre esos pedazos la lengua, nuestro idioma, todavía no se rompe, todavía retumba como una carcajada que nos dice que aún puede haber otro sueño. Por ese sueño Jorge Nájar insiste, por ese sueño Jorge Nájar escribe, por ese sueño Jorge Nájar nos convoca. 
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Leonidas Vélez, Rosina Valcárcel, Germán Peralta, Jorge Nájar, Sonia Luz Carrillo, Ricardo Falla

sábado, 9 de noviembre de 2013

Óscar Málaga y LA ÓPERA DE DULCE DIAMANTE


En este texto pocos podremos distinguir si se está leyendo una novela o viviendo un sueño. La ciudad de Lima subterránea, llena de poesía, advierte que en sus entrañas ocurren pasiones-amores -entre la obscenidad y el erotismo- que se extravían en la profundidad dramática de El Bosque del Olivar en San Isidro, que criminales avezados, dejan una noche sus quehaceres asesinos para que en esa oquedad gris y secreta, en el distrito de Barranco, compartir con su madre un plato criollo. Que profesionales del cine sin materiales, calculan la distancia y la luz para filmar, cada ángulo de su existencia porque están construyendo en el aire, minuto a minuto un filme eterno. Y sucede una muerte. Y la Lima nocturna se colma de pánico. La ópera de Dulce diamante es el quinto libro de Óscar Málaga, reconocido escritor brillante de la generación del 70. Perteneció al Grupo “Estación Reunida”. Estudió en Institut des Hautes Études de l'Amérique Latine - IHEAL. Radica en Auckland.
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Entrevista de Rosina Valcárcel. 
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La ópera de Dulce diamante (Summa, Lima-Perú, 2013) es una novela diferente. Razones y génesis. 
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La escribí en Beijing durante el año 1993, cuando era profesor de la prestigiosa Universidad de Comercio Internacional de Beijing y, además,  representante de una empresa española que me instaló una oficina con traductora y secretaria privada. Casi la totalidad de esta novela la escribí ahí. Mis ingresos eran bastante aceptables. En esas condiciones favorables la escribí. Creo que soy naturalmente poeta.  Es en esa naturaleza que nace mi necesidad de encontrar siempre caminos nuevos para mi escritura. Enfrento la escritura de una novela como si fuera un gran poema donde deberé de afinar el oído para elaborar una música de frases largas, donde sus revelaciones se darán en tiempos más extendidos, y donde la respiración gozará de mayor libertad. La literatura, sea el género que sea, es naturalmente música. Es la música la que permite que los significados lleguen al alma del lector. La buena literatura no busca que el lector comprenda, en un acto racional, cada línea de la novela. No, la buena literatura invade, posee, controla al lector, lo pone en un estado de gracia en el cual se establece una relación privilegiada entre la vida del lector y la vida de la novela. La novela es entonces un puente donde tienen una cita que no pueden rechazar y donde se van a encontrar el alma del lector con el alma de la novela.
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¿Novela negra o policial?  Son los hechos que impresionan más que los personajes, es deliberada esa intención?
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Desde este escenario puedo intentar una respuesta a tu primera pregunta. Solo me atrevo a escribir una novela cuando ya he intuido una nueva forma de decir. Y no me gusta copiarme. Cuando me siento a escribir una nueva novela vivo acosado por el terror y la euforia. Porque si acepto escribirla se que lo que haré será diferente a todo lo que he escrito, pero este ¨saber”  no me asegura que podré hacerlo. Es un reto que no controlo, cada mañana me despierto y lo primero que hago es verificar en mi cerebro si tengo historia y maneras nuevas de decirlo, cuando verifico que las tengo, entonces es un día feliz. Y trabajaré muchas horas tocado por un placer maravilloso, lleno de una sensación de plenitud que ni el amor ni sus infinitas maneras de hacerlo me han ofrecido. Es una sensación de totalidad, de estar sincronizado con la eternidad. Pero si sucede lo contrario, te despiertas y estás vacío, no tienes historia, no hay música, no descubre mientras tomas un café pedacitos de eternidad en tu conversación. Entonces entras en un gran infierno de donde tienes la seguridad no saldrás nunca, y entonces los días son duros de vivir. Sin embargo creo que más son los días que te despiertas luminoso y lleno de eternidad.
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El primer capítulo confunde durante un momento al lector. Pero poco a poco se va entrando y comprendiendo tu narrativa, además la tensión dramática de ese capítulo sorprende al final. 
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Mi novela La ópera de Dulce diamante no es una novela policial, tampoco una novela negra, creo que no es una clasificación literaria. Sucede que en París, a cierto tipo de literatura que trataba de la vida en el wild side de la ciudad, que sus héroes no eran tan héroes, donde circulaban policías corruptos, escritores que habían perdido la fe y abandonaban la máquina de escribir a cambio de las demoníacas y ricas botellas de bourbon, novelas que no se correspondían con los estrictos cánones literarios franceses y que venían como un aluvión de los EEUU, de sus grandes y caóticas ciudades, empezaron a publicarlas en una colección de tapas negras y que se llamaba la Serie Noire, bueno, mi novela no es una novela negra.  Mi novela es eso: una novela. Es verdad que hay un crimen, un policía, una investigación y un acusado, pero esto se presenta no como la capa más importante del texto, todo contrario, es solo una manera de hilvanar en una red (la novela) a los distintos personajes. De hacerlos encontrarse. Creo que es una novela de personajes, de la ciudad, de iniciación, donde cada personaje tiene y desarrolla un conflicto, donde los personajes son seres que viven con gran intensidad sus diferencias. Creo que mi novela es una novela sicológica de personajes. Y que los hechos que narra suceden durante una investigación policial.

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Hace diez años nació la idea de escribir La ópera de Dulce Diamante
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Bueno, la idea nació caminando por los lados  salvajes de la ciudad de Beijing. Era una ciudad de huecos secretos, donde sonaba el rock  de los años 60 y los jóvenes discutían de literatura, de la vida, de sus responsabilidades. Y así fui conociendo la literatura china y encontré una fuente de paz y de alegría. Los chinos no tienen miedo a lo fantástico, a los excesos, a lo arbitrario. Por ejemplo, en una novela que es unas de las más famosas en lengua china, Sueño en el Pabellón Rojo y que se estudia para conocer cómo funcionaba el mundo feudal, el protagonista, según la novela, nace con un jade en la boca. Y esto a nadie le llama la atención. Es así. Y me puse a leer literatura clásica china. Creo que esa es mi fuente de inspiración. Lo que me impulsó a aceptar el proyecto que ya danzaba en mi cerebro. La literatura, en especial la novela, debe de correr grandes riegos y escapar a la pequeña realidad. La novela debe de ser explosiva, poderosa, ir siempre más allá de la anécdota, más allá de lo real.
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Tu capacidad de escribir poesía no se opone a que puedas lograr intensa narrativa. Ello es un logro, es trabajo.
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La literatura es una presencia que se impone en nuestras expectativas, en nuestra vida cotidiana. Yo  no sé si es una fatalidad o una elección, en todo caso yo nunca la elegí, yo la acepté. Y soy feliz de haberlo hecho. A tu pregunta, creo que es un placer y un trabajo, porque quien tiene la presencia de la literatura en su destino goza con cada frase que logra y sueña con hacer la obra perfecta. Y eso, se sabe, solo se obtiene con un gran trabajo, con una gran alegría y con un gran dolor. Yo no he alcanzado ese nivel creativo. Yo estoy caminando.
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Tu novela ha sorprendido por su libertad creativa.
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Siempre pensé que la novela, en especial la escrita en español, perdió libertad creativa después de la aparición de esa obra cumbre que es Don Quijote de la Mancha. Desde entonces la literatura española no ha vuelto a producir una obra de tan vasta humanidad y con tanto remedio para el alma. Jamás obra literaria en español  ha vuelto a alcanzar esa dimensión mítica, que las enreda y las vuelve imprescindibles en el avance de lo humano. Jamás una novela había logrado penetrar tanto en la historia de una comunidad. Y modelarla. Novela sagrada, que leo y releo sin cesar, abriéndola en cualquier página y dejándola, igual, en cualquier otra. El Quijote fue la más audaz propuesta que  un escritor hiciera a un lector. Uno, iba a escribir sus delirios; el otro, a alimentarse de ellos. Y así fue. Y ese es el triunfo del Quijote, de su  inmensa capacidad creativa, de los amplísimos márgenes de libertad que impuso su autor para escribir esa novela.En el mundo moderno el cine es una pasión que se atreve a vivir sus  sueños.  Desde sus inicios sus planteamientos estéticos han  sido lo necesariamente maleables para ser infinitamente más audaz en sus propuestas que la literatura. Y en el ámbito de la cultura en español el cine tiene propuestas más audaces que las que propone la novela. Nunca he entendido porque una novela no puede ser tan imaginativa y creadora como lo es una buena o mala película.
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Qué autores que han influido en tu narrativa y en la novela reciente
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Bueno La ópera de Dulce diamante no es la última novela que he escrito. ES una de las primeras. La escribí el año 1993, hace ya veinte años. LA última corrección fue hace siete años. ¿Recuerdas? Desde hace tiempo esta es una novela que tiene lectores fieles. Andrea Cabel se la llevó a Europa. Clara Nelson y Alessandra Tenorio fueron lectoras ilusionadas y entusiasmadas, Ellas, más otros lectores de La ópera de Dulce Diamante, me ayudaron en la corrección y  mantuvieron mi fe de que iba a hallar editor. Creo que es mi novela más ambiciosa. Sin dudar diría que es mi apuesta literaria más arriesgada. Llegué a Beijing acompañado de varios libros. Eran de autores que los había leído en los años 70 y que me habían impresionado: Vonnegut, Pynchon, Brautigan, Adams.  Quería releerlos en la calma terrible de Beijing en esa época.  Sabía que leyéndolos en esa ciudad otras serían las palabras y la música que me descubrirían. Además, los leía  al mismo tiempo que devoraba literatura china, Liu Wen Fo,  Su Tong, etc.  Así fue. Creo que un libro nos descubre misterios diferentes según la ciudad y la edad en que lo lees. Esas fueron mis lecturas mientras escribía La ópera de Dulce Diamante.


Se te percibe un autor joven, con vitalidad singular pues llegas a cautivar al lector
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Creo que soy un narrador joven de mucha edad. Recién hace 25 años que escribo novelas. Bueno, el año 1978 escribí una en París, pero luego di por “eternamente” cerrada la experiencia. Recién el año 1992 empecé a escribir narrativa de manera continua. Creo que si lo que escribo puede capturar el interés del lector, conversar con él, eso me basta, lo que deseo es que mi novela pueda detener un instante existencial a una persona y en ese instante conectarlo con un cierto sentimiento de felicidad.
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Qué haces en Nueva Zelanda, cómo transcurre tu vida al lado de Xie Pei.
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Mi compañera Xie PEI, está dedicada al mundo de los negocios internacionales, y pasa más tiempo viajando por el Asia que en casa. Llevamos 17 años de relación. Ella es la primera persona con la que discuto cada novela que voy a escribir. Ella tiene la paciencia necesaria para soportar ese mes de una locura obsesiva terrible que se desata en mí. UNA vez que empiezo a escribir soy un loco silencioso y tranquilo. Ella es mi motor y yo soy el suyo. Estoy dispuesto a responder a sus preguntas y dudas a cualquier hora, sea de día o de noche, y sea que  ella esté a mi lado  o en alguna ciudad de Asia. Nueva Zelanda es un lugar muy tranquilo, pero mi inglés es muy malo, lo leo, pero hablarlo es una crisis permanente. Así que en realidad estamos siempre juntos y viajamos mucho.
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La filosofía y medicina oriental han gravitado en tu salud emocional y física
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Bueno, para mí ha sido fundamental mi encuentro con el taoísmo, con las antiguas religiones indias, aun las que se dieron antes de la invasión aria en el Siglo III, y con el Tantra, En ellas he hallado una gran claridad espiritual  y métodos de sanación efectivos. Soy un lector apasionado de todo lo que se refiera a esa vasta área de conocimientos desarrollada en Asia que son sus sistemas de sanación. Desde los diferentes tipos de masajes, las decenas de sistemas de meditación, el uso de la respiración como método de curación, y hasta los métodos tan particulares y reservados como los que propone el Tantra. Yo  sufro de Parkinson leve, un síndrome  degenerativo, pero mi inmersión en estas prácticas orientales,  en estas visiones del universo me han permitido detener el avance de este  síndrome Yo no sé si estas prácticas me sanarán, desde la perspectiva occidental, pero lo que sí sé es que ahora tengo las cosas más claras. Y mi relación con el otro es más fluida, más cercana. Más solidaria. 
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Lima, Perú/ Auckland, Nueva Zelanda, octubre-noviembre, 2013.

lunes, 28 de octubre de 2013

Harold Alva en la CIUDAD DESIERTA


 Harold Alva es sin duda un poeta underground, un escritor en el filo de la navaja, un sereno creador de catástrofes. Nació en Piura en 1978 y está vinculado a Trujillo por los estudios de derecho que realizó en esta ciudad y por el Grupo Literario Triángulo4 que fundó en 1996. He aquí declaraciones suyas a propósito de la publicación de su último libro CIUDAD DESIERTA, de próxima presentación en nuestra ciudad, algo desierta también en acontecimientos literarios de importancia.
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Entrevista: Alberto Alarcón
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Quienes hemos leído CIUDAD DESIERTA, estamos de acuerdo en considerar este poemario como una suma de tus libros anteriores, pero una suma en la que todo está depurado, el lenguaje, las imágenes, la intención ¿Te propusiste todo esto cuando lo escribiste?
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Yo siento a CIUDAD DESIERTA como el eco de otro libro: La épica del desastre, que a medida que iba desarrollándolo, ese eco fue independizándose. De eso me di cuenta cuando advertí que en CIUDAD DESIERTA había un discurso cuyo eje funcionaba más allá de ese otro escenario, Lima, sobre el que La épica se construía. Quizá porque fue un trabajo que empezó a gestarse desde el inconsciente, percibes la suma de mis libros anteriores. Digamos que el cuerpo de cada texto de CIUDAD DESIERTA se fue construyendo sin mi autorización. Sin que yo me dé cuenta.
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Es difícil sentir CIUDAD DESIERTA como un libro cuyos poemas han sido escritos como independientes uno de otro. Esto me lleva a preguntarte si Lima, como un escenario físico, real, no está tan enraizado ahora en ti que forma un sustratum espiritual que se manifiesta en tu arte poética?
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No, yo no creo en el sustratum espiritual. Lima es una ciudad que ha ido sitiando mi escritura porque identifico a su vértigo con mi naturaleza de hombre: Lima es tan conflictuada como yo. Su desesperación me conmueve, su desarraigo, porque Lima ahora es una ciudad poblada por desarraigados, es mi vocación apátrida verbal. Pudo ser cualquier ciudad con el mismo caos, pero fue Lima.
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A lo largo de tu obra, y en especial en este último libro, la noche es un elemento bastante reiterado ¿Qué significado tiene la noche para un poeta al que, supongo, imaginando el día como un tráfago insoportable y la noche como la paz, como lo bucólico?
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Cuando vivía en el campo, viví siete años en un poblado del norte habitado por casi cien familias, aprendí a esperar la noche para escucharme. Ese silencio, ese temor que me produce poder escucharme, fue lo que hizo que asalte a la noche para sobrevivirme. La noche es el escenario al que acudo para escribir, para reconciliarme con el miedo. En ella he aprendido a identificar las pérdidas.
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Tú naciste en un villorrio del norte piurano, donde todo es luz, alegría y calor. ¿Cómo ocurrió tu paso a Lima, y cuánto has ganado y has perdido en esta ciudad?
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Mi padre fue policía, la vida de mi familia fue una vida de gitanos, nací en Piura, en El Alto, viví allí dos meses, después viví en Trujillo mi primera infancia, luego en Cascas, Cajamarca, Tumbes, en casi todos sus distritos, después nuevamente Trujillo y finalmente Lima. Radico en Lima desde 1998. Pienso que todos los que llegamos a Lima perdemos algo: aquí se produce nuestra primera muerte, lo que viene después son acciones de sobreviviente. Literariamente ambos, Lima y yo, nos retroalimentamos.
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Pero resulta que el sobreviviente es un poeta, y los poetas se resisten más que los mortales comunes a la muerte. Como sobreviviente en Lima uno debe elegir, según tu lírica, entre ser lobo o cuervo, al parecer tú elegiste lo segundo ¿Por qué? ¿Recuerdas ese vallejiano, vámonos cuervo a fecundar tu cuerva?
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Si existe la reencarnación, yo elegiría en una próxima vida ser un cuervo. El cuervo, estoy seguro que esto lo sabía Vallejo, es el pájaro que asume con mayor precisión el sentido de la libertad, es egoísta, es desarraigado, el cuervo es el más humano de los pájaros. Los lobos le temen a los hombres, por eso los atacan. El cuervo no, el cuervo convive con ese peligro. La poesía es un peligro, a mi me gusta convivir con ese peligro. Quizá por eso no sólo Vallejo se asumió cuervo; Poe, Yeats, Panero, eligieron al cuervo para reescribir su voz. Yo guardo mucho respeto por la muerte.
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Cuando llegaste a Lima, ya habían acontecido varios hechos literarios importantes en el Perú, las generaciones del 50, 60 y 70, con lenguajes poéticos distintos. Tú estabas más cercano a la experiencia de Hora Zero. ¿Qué tomaste de ellos y de los anteriores? Me interesa sobre todo, lo que tomaste de ellos respecto a tu lenguaje poético.
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Quizá porque viví hasta los 20 lejos de Lima, mi discurso poético no se influenció por la estética anglosajona. Yo crecí leyendo a la generación del 27, a los surrealistas, que fueron las lecturas más cercanas a los poetas del 40 (Moro, Westphalen) y del 50 (Sologuren, Romualdo, Valcárcel), por eso a mí no me chocó la experiencia de Hora Zero. La forma cómo yo percibí o percibo mi realidad no la proceso en mi discurso como ellos, a mí no me dice mucho las tradiciones con las que ellos se alimentaron. He leído a los beat, por citar un ejemplo, pero mi sensibilidad no los procesa. Mi formación es de lengua española, francesa, Pessoa inevitablemente y Kavafis. Me interesa sin embargo los discursos de Nájar, Málaga y Mora, poetas del 70.
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¿Tienen algo que ver los PEQUEÑOS POEMAS EN PROSA de Baudelaire con tu prosa poética? Yo siento que tu obra se vincula más a la literatura española, por su sencillez, ciertamente a la generación del 27, y al surrealismo, como un modo de trabajar con la mayor libertad posible tus imágenes.
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Baudelaire es un tótem, sus Pequeños poemas en prosa y la carta a su madre son excepcionales, pero, y aunque se trata de narrativa, empecé a escribir poemas en prosa después de leer a Onetti y los Dichos de Luder de Ribeyro. La prosa poética de Baudelaire influyó inconscientemente, la prosa poética de Artaud, también. La libertad de la expresión en prosa poética y el modo surrealista para crear es lo que le da consistencia a mi poética. En cuanto a la influencia española, el Lorca de Poeta en Nueva York y León Felipe, sin duda.
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Tú perteneciste al Grupo Neón de los años 90. Ellos, como fue el caso de Carlos Oliva, tenían la visión de un mundo urbano desquiciante, veloz, caótico. ¿Compartiste ese punto de vista? ¿Lo sigues compartiendo? Te lo pregunto porque si bien es cierto en tu obra hay bastante de eso, sin embargo, lo que exhalan tus versos no es una angustia exasperada sino más bien la voz de un hombre que recibe la violencia de la ciudad con una cierta resignación.
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El Grupo Neón fue fundado en San Marcos el año 90. Efectivamente la poética que cruzaba al grupo tenía como pilar la violencia urbana, propio del contexto. Recuerda que vivíamos la recién instaurada autocracia de Fujimori. Los 90 en realidad fue una década siniestra en la que los discursos no sólo literarios se lumpenizaron, se achoraron, por utilizar un término propio de la calle. Yo llegué al grupo en su segundo momento y sí compartí esa visión del mundo urbano desquiciante, ahora no es que yo me haya resignado, quizá lo que sucedió es que esa visión fue procesada y un hombre de 35 mira el mundo distinto al de un joven de 20 años. Ahora observo la angustia y la depresión y yo mismo seguro soy esa angustia y esa depresión, pero mi apuesta es por reconstruir. En ese discurso también se encuentran algunos de los poetas que caminaron en Neón. Pienso en la poesía de Ildefonso.
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Cuando dices: mi apuesta es por reconstruir, ¿te refieres a una acción civil, política?
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Me refiero a una acción civil y a una acción poética. Civil, efectivamente, política. Y poética porque considero que el discurso coloquial y hegemónico debe subvertirse. Hay poetas cuyas propuestas lo han superado, poetas que empezaron a publicar a partir del 2000.
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Poetas: Alberto Alarcón, Harold Alva, Dimas Arrieta, Arturo Corcuera
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¿Qué es necesario para "proyectarse hacia el futuro? ¿Abrir la escritura, como dijo Antonio Cornejo Polar en el prólogo a Manuscrito del viento de Escribano, hacia una nueva épica que nos permita salir del yo, del exclusivo yo poético?
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Abrir la escritura dijo Cornejo, romperse la lengua, digo yo. Algo que tengo como ley es que si alguien quiere proyectarse debe empezar por vencerse a sí mismo, hay poetas que no han logrado vencerse a sí mismos, ellos son los prescindibles. El poeta finalmente debe entender que no está sólo en el planeta y como los primeros juglares está condenado a interpretar y cantarle a su época para trascenderla. Como Homero, como Dante, como Darío, como el Vallejo de España aparta de mí este cáliz o como el Neruda de Canto General. El poeta debe tener consciencia épica.
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En tu poesía hay un intento épico. Lima es un espacio físico, pero más aparece como una atmósfera lírica. ¿Cuál sería el escenario real, los hechos reales que te alentarían a ingresas en la neoepicidad que reclamaba Cornejo Polar?
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Esta época es un momento de desastre. Los discursos ideológicos están en crisis, los discursos literarios ya no la interpretan, por eso hablaba de subvertirlos. Por eso mi intento de La épica del desastre en donde CIUDAD DESIERTA fue creciendo como un eco que logró, por sus elementos, independizarse. Ahora yo no describo los espacios físicos de Lima. Yo escribo desde esos espacios físicos. Algo así como que Lima es el significante y mi poesía el significado. Eso veo, pero esto es.
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Un elemento aturdidor en tu poesía es que uno nunca sabe si la noche, la nocturnidad, es también la imagen de una mujer, de una mujer real, con la que el poeta tiene una relación contradictoria, a quien llena de elogios y reclamos al mismo tiempo ¿Existe esa mujer real?
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Yo escribo en estado de asociación con intención centrífuga. Lima es un escenario físico que me interesa no como territorio concreto sino como escenario verbal, en esa categoría la mujer real existe. La oscuridad de lo pueril, lo trágico de ese elemento moderno, el amor, como sinónimo de pérdida, de noche, de lo que empieza y se termina. Es contradictorio cómo el hombre, ese animal que tanto tiene que ver con la civilización y la destrucción pueda quebrarse por alguien, o lo que es más raro, cómo sugestionado por esa otra construcción pueda sentir que se redime. Existe el hombre, entonces existe esa mujer real.
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¿Cómo ama el poeta de CIUDAD DESIERTA a su hembra real? ¿Cómo es ella? ¿Si más siniestra, más distante, más inasequible, más transitoria, es mejor para ti esta mujer real? ¿Eres también un cuervo en el amor? Es decir ¿También un animal carnívoro?
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Tengo a mi cuerva y ambos somos complejos, pero en esa complicación somos hedonistas y entonces nos complementamos. Nos construimos así, con nuestros picos de felicidad y de pelea. Estoy seguro que si yo soy siniestro, ella debe tener mucho de siniestra. Por supuesto nuestra lectura no tiene consistencia occidental ni judeocristiana. Vivimos a un océano de distancia y cuando nos reunimos somos eso: dos cuervos que se encuentran, dos cuervos intensos, un pájaro con su pájara para quienes solo importa esa unión, ellos, amurallados para el resto.
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Wagner aparece en tu poesía. Su música tiene una gran componente político y al mismo tiempo una enorme sensación de fatalidad, ¿lo elegiste por esto?
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Lo elegí por épico. Escribo con Wagner.
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Mencionas también al pintor Delacroix, ese pintor que oscila entre el cielo y la tierra, entre el misterio y la realidad. ¿Cuánto ha hecho la pintura en tu concepción literaria?
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Antes de empezar a escribir, aprendí a dibujar y a pintar. Cuando viví en Cascas, frente a mi casa vivía un pintor: Segundo Flores, el famoso Shemere, y en la esquina de la calle Progreso el pintor Romero. Shemere era paisajista y retratista y Romero pintaba frescos de estilo renacentista. Yo tenía 8 años y pasaba casi todas mis tardes en el taller de Shemere aprendiendo a matizar el color y los sábados iba donde Romero a aprender a dibujar anatomía. Así me pase esos dos años. Con ellos llegué a los impresionistas, al trabajo del color, a la intensidad, a ese temblor frente a los cuadros de Delacroix, a su carga romántica. Entiendo como romanticismo el apasionamiento por ser original: eso me marcó desde niño. A veces pienso que debí ser pintor. Gracias a Shemere y Romero me importa la construcción visual. Por eso me preocupo por el escenario de las imágenes. La intensidad es sensorial. Gracias a esos dos pintores de mi niñez, crecí admirando a Delacroix, a Goya, a Egon Schiele.
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¿Y por qué Led Zeppeling y el poeta Gelman? A Zeppeling lo entiendo, por tu juventud, pero lo de Gelman no por tu conocida opción por el neoliberalismo.
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 A Zeppeling lo escucharé siempre. Yo no soy neoliberal, Alberto. El neoliberalismo no existe. Yo soy un liberal primigenio, por eso me declaro un jacobino. Un liberal es alguien que lucha contra los conservadurismos, yo soy ese tipo de liberal, el problema es que nuestras izquierdas leyeron mal a Marx y se declaran en su mayoría mariateguistas cuando ni siquiera han leído a Sorel. Hablo de la izquierda peruana. Alguna vez le dije a un poeta que si yo hubiese nacido en Chile habría sido de la concertación, admiro a Allende, repudio a Pinochet. He crecido leyendo a Gelman.
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Los liberales primigenios luchaban contra la monarquía, ahora hay que luchar contra este capitalismo oscuramente leonino, voraz y sangriento. La poesía no debe instrumentarse para esto, ni tampoco es una obligación de las personas comunes y corrientes. Te lo preguntaba sólo para saber quién es Harold Alva, desnudo de poesía, el Harold de la calle, de la vida cotidiana.
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Y te agradezco la pregunta, Alberto. Efectivamente ahora la lucha debe ser contra ese otro gran opresor. El capitalismo salvaje, la corrupción y aquí volvemos a la necesidad de la responsabilidad por lo épico, porque se necesita de una hazaña épica para vencer al nuevo opresor. Harold Alva en la calle, en su vida cotidiana es un hombre que se compromete con su contexto histórico, por eso mi compromiso político. El poeta debe ser un hombre comprometido. Yo no creo en poetas como islas.
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Quiero destacar algo importante en CIUDAD DESIERTA: la serena inserción de elementos andinos en tu logos poético. Entran sin estridencias, sin romper la línea española de tu poesía. ¿Qué es la peruanidad para ti? ¿Crees que los poetas peruanos han logrado hacer una poesía con características propias?
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Yo no soy partidario de los nacionalismos. El lenguaje poético es universal, pero puede incorporar elementos identitarios de determinadas culturas. Nosotros somos un país pluricultural y por lo tanto hemos asimilado varias tradiciones. Particularmente yo he vivido en varias regiones, por eso quizá he asimilado elementos del norte o de la sierra. Elementos que cruzados por el mismo lenguaje no rompen mi tradición literaria, sin embargo aprendo todos los días y como soy un ser que se construye constantemente podría repetirte como Darío: "Hermano, tú que tienes la luz, dame la mía. / Soy como un ciego. Voy sin rumbo y ando a tientas. / Voy bajo tempestades y tormentas / ciego de ensueño y loco de armonía."
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A propósito de Darío y los versos que citas, destaco también la persistencia del verbo TOCAR en tu poesía. Tocar es más propio de los ciegos que de los videntes. Esa ceguera tuya ¿Es la ceguera del hombre y del poeta que nunca sabrá qué es la poesía, qué es el mundo ¿Es una ceguera ética? ¿Es la ceguera del ciego que aparece en El Túnel de Sábato?
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Saludo que hayas identificado mi persistencia en el verbo tocar. Yo siento que el poeta persiste como un ciego porque teniendo consciencia de lo que vive, insiste tercamente en ir contra la corriente, no sé si motivado por alguna categoría moral o ética. Quizá por instinto, por sobrevivencia. En el fondo sabemos que nada está bien, sabemos que estamos rodeados de inmundicia y sin embargo soñamos y continuamos escribiendo a pesar que el mundo se despedaza en nuestras narices. Pero continuamos porque guardamos discretamente la esperanza de mejorarlo, por eso vuelvo a la palabra reconstruir. Considero que nosotros hemos heredado un mundo para reconstruirlo.
Se trata de la ceguera del poeta que nunca sabrá qué es la poesía y qué es el mundo.
Sobre esa ceguera, escribo.
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Parte de esta entrevista se publicó en el Diario La Industria de Trujillo, el domingo 27 de octubre de 2013.

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NOCHE QUÉ PRETENDES AHORA cuando he sido declarado un hombre muerto Yo pensé que evitar el respiro habría sido suficiente para que me exculpes de tu salivazo siniestro Había asimilado esta frialdad Disfrutaba con el sudor que caía sobre mi frente y lo bebía como un animal ansioso Lo bebía como una horda de coyotes que se tragaba la baba del hocico Había dejado de temblar Había dejado de devorarme las costras Había abandonado la lengua para no seducir a ese ángel que marcaba a cada instante mi teléfono Yo sólo quería una mano entre mi mano y me cansé de esperarla Me abandoné sobre un poema con los ojos abiertos y me apreté la mano con la otra mano para no sentirme solo Para morir por lo menos conmigo y en los labios cayera el tacto siquiera de mis labios Pero otra vez has regresado tú Noche que no entiendo Y otra vez te hundes con tu peso y no sé cómo reaccionar frente a tu boca Frente a tus dedos que se abren como el pelo de una Gorgona que pretende desestabilizar mi cuerpo inerte Qué hago contigo Cómo responderte sin agravios Cómo exigir que te marches si siento tan míos tus crímenes Tus dientes
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LA DUDA ESE ANIMAL DE ALAS ENORMES que se bate con furia y corta el aire La velocidad de la noche que se precipita como una piedra a la altura del pánico A la altura de mi voz que ya no se conmueve con la pesadilla de los accidentes La incertidumbre como un gato que chilla sobre el techo Como el graznido de un búho que a solas me interroga por ti Por tu indecisión de ángel y medusa Mi furia deslizándose hacia tus ojos que otra vez se cierran para irse La duda como tu juventud y ese rojo que me captura con la precisión bélica de un arma Tu boca que se quiebra y me destroza los nervios De nuevo la Javier Prado y mi soledad de cartujo haciendo  equilibro con las señales de tránsito Con tu voz de noche confirmándole a mi seguridad la hora de renuncia El caos que te disfraza como a una muñeca freak Como a mi furia
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HAY UN CONCIERTO DE GRILLOS en mi cabeza Una ópera de gatos que se aferra con desesperación en mis parietales y es como si la noche se inundara de tragedia o el silencio se esforzara por gritarme En mis ojos brilla el filo de un acantilado La oscuridad de un vientre El gesto vertical de una silueta que agoniza con la voluntad de un hombre que se quiebra Que se duplica en las fosas de una estatua En su virtud de mármol En la celda de repetidos alfabetos que se angustian con la imagen de un fantasma que pregunta por tu sombra Yo soy el que se va El que desaparece
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ESCRIBIR UN POEMA Ordenarle a mis palabras que borren de golpe tu osamenta Las calles donde levitamos como pájaros El muro de aire que todavía permanece entregándome su espalda Escribir un poema sin delatarme Escribirlo de memoria hacia adelante como quien huye de su sombra y lo amenaza
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A VECES LA NOCHE ME SORPRENDE con su ruido de aviones o de pájaros y pienso en alguien que detenga ese rumor letal que silencia a mis poemas Observo la soledad de mis manos Sus múltiples lenguajes y nadie viene a dictarme lo que seguro desconozco Fiera de otra noche De otra boca que te pronuncia y vuelvo al filo de mi ventana a preguntarle al aire por el cuerpo de ese alguien que se marcha y nada me detiene Tampoco tú que interrogas el centro de esta sombra De este equilibrio de abetos donde oculto las lágrimas para no reducirme como esos animales que buscan en las grietas sus tumbas cardinales y no sé si la vida es esta canción que gira sin decir nada Allí Repetida Atosigante Y lanzo los pasos a la vía de otra calle que desconoce lo que precisamente nunca he escrito y trato de capturar tu cuello que se quiebra por el peso del insomnio Pero no sé con qué lengua o con qué código pueda vencer la noche que ahora se presenta con su corcel de estatuas que vigilan la pausa de este hombre que interpreta la queja de un gato El perfil de tu sombra Tus dedos estáticos El ritmo de este poema que de pronto también se queda estático No lo sé
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TOCO TU VOZ: sepulto mi corazón en una esquina La tarde abandona su sombra con la inquietud de un pájaro que silba como un semiota confundido frente a un quipu Y nadie se acerca Toco tu aire La velocidad de tu emoción suspendida en los símbolos de una pununa Y nadie nos cerca Nadie ahora que mis ojos se quiebran
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WAGNER EN UNA ESQUINA DE LIMA como el espejo de una boca que se cierra para hablarte y el tipo de negro oculto con su gabardina en una de sus fauces te observa a través de la neblina La urbe decadente te reclama Te reclaman los pájaros que han temblado toda la noche La estática de los postes que desconocen la función del ojo que se prende cuando oscurece y el tráfico se reinventa La soledad como una marca se reinventa Te reclama el tipo de negro y su tristeza Su leit motiv para no ceder ante las hordas de tristeza Tú llegaste con el color de un árbol que crece hacia adentro de la lengua Tu textura La intensidad de tus pasos como la ruta del agua sobre la que surfean ágiles las formas Los esqueletos de poemas que también se reinventan Sus calaveras La vela que tiembla sobre el ataúd del tedio La sombra de estos dedos que no han hecho otra cosa sino hablarte Tú llegaste con otra llave Con otra clave a la que voy a descifrar con la música de Wagner Tú has llegado a tiempo El tipo de negro lo intuye cuando te espía Lima lo ha escrito sobre los rieles del tren En la vía expresa Lo ha dibujado en tu calle Y espera El tipo de negro te espera
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CIUDAD DESIERTA: Apuntes para convivir con el insomnio.