Harold Alva, Gustavo Valcárcel Carnero, Luis Miguel Cangalaya, MJM, julio de 2014
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Escribe: Harold Alva
GUSTAVO VALCÁRCEL CARNERO, EL FUNCIONARIO PÚBLICO
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El 2003 desarrollé un proyecto editorial que no ha vuelto a
repetirse: la colección de literatura PERÚ LEE, que consistió en la
publicación de 20 obras de escritores peruanos (el valor de cada título fue Un Nuevo Sol). No tuvimos patrocinio de ninguna entidad del estado (ni del
ministerio de educación, ni del instituto nacional de cultura, disfrazado
después como ministerio, ni de esa entidad que hasta la fecha me pregunto qué hace
por la democratización de la lectura, apodada PROMOLIBRO) y tampoco contamos
con el apoyo de ninguna empresa privada con “responsabilidad social”. Fuimos dos poetas con el tremendo sueño de acercarnos a lo que en su momento
realizó Manuel Scorza con los famosos populibros y Barrantes Lingán con los
munilibros. Estábamos cargados de esa mística que estoy seguro ambos, aún, no
hemos perdido. Sin embargo, poner en la calle a disposición de la gente
aquellos libros pasaba por estar legalmente en las calles.
Fui a la
municipalidad de Lima a solicitar el permiso para instalar una feria popular en
la alameda Chabuca Granda; Edwin Ugaz, el joven director de Centro Histórico me
dijo que se trataba de algo interesante pero lamentablemente él tenía prohibido
otorgar permisos para instalar ese tipo de ferias dentro del centro histórico
de Lima, pero que intente con el director de comercio informal; solicité una
cita con el director de comercio informal y le expuse de qué se trataba nuestro
proyecto, con el mismo tono amable de Edwin Ugaz, el director de comercio
informal me dijo que lamentaba no estar autorizado para otorgarme ese permiso
pero que intente con su superior: el director de comercialización. Fui a buscar
al director metropolitano de comercialización, para esto había pasado más de un
mes en gestiones. El director de comercialización me recibió en su oficina.
“Buenos días, siéntese, dígame”, yo le expliqué sobre la
colección y sobre el espíritu que nos motivó realizarla, le expuse uno a uno
quiénes eran los autores elegidos, el formato de los libros, el precio, nuestra
estrategia de venderlos en alguna plaza pública, la participación de los
escritores firmando libros, no cobrándonos regalías sino apenas una cantidad
simbólica de libros con tal de ayudarnos para que se materialice; de
pronto observé al director de comercialización y su gesto había cambiado del
serio pero amable funcionario a un gesto de hombre conmovido. Me quedé en
silencio. “Me permite que le lea un poema”, me dijo, yo me sorprendí. De pronto
ese señor alto de quien dependía que nuestros libros estén al alcance de los
limeños me pedía leer un poema. “Claro”, respondí, y retorné al silencio.
Yo te recuerdo prisión mientras combato
porque los hombres sean libres
porque crezca la paz sobre la tierra
porque ya nadie deje trozos de alma
agonizando entre tus piedras.
porque los hombres sean libres
porque crezca la paz sobre la tierra
porque ya nadie deje trozos de alma
agonizando entre tus piedras.
Poeta Gustavo Valcárcel
“Es el poema Celda ¿sabe de quién es?” “No”,
le respondí. “Es de Gustavo Valcárcel, mi padre. Está prohibido otorgar
permisos para ferias en el centro histórico de Lima, sin embargo yo crecí con
un padre que escribió poesía y ensayo toda su vida y con una madre que estuvo a
su costado luchando para que la cultura esté al alcance de los pueblos, no
otorgarle el permiso que Usted me solicita, sería ir contra ellos. Tiene Usted
el permiso, así atente contra mi puesto”.
El director de comercialización era el
Dr. Gustavo Valcárcel Carnero quien, un mes y medio después, perdió el cargo por
haberme otorgado el permiso para que una colección de libros populares esté al
alcance de los limeños.
Yo tenía 25 años y entendí que editar
libros era una apuesta por la cultura, y la cultura es peligrosa cuando se pone
al alcance del pueblo porque significa entregarle un arma para que aprenda a
defenderse de aquellos que se burlan de nuestro país, de nosotros, de las
instituciones. Y aprendí que en esa lucha los editores no somos los únicos que
formamos parte de esa hermosa columna de batalla sino también escritores
comprometidos, que los hay, funcionarios comprometidos, que los hay, médicos
que no son indolentes, que los hay, obreros, profesores, y abogados honestos,
que también los hay.
Por eso, cómo no sentir satisfacción al
publicar el primer libro de cuentos de aquel señor que hace once años me leyó
conmovido el poema CELDA de su padre, cómo no sentir gratitud con la literatura
que me permite este tipo de experiencias con las que continúo aprendiendo y que no
dejan de sorprenderme para que persista en este hermoso pero delicado camino.
Gustavo Valcárcel Carnero, MPL, 2003
GUSTAVO VALCÁRCEL CARNERO, EL ESCRITOR
Un hombre es lo que escribe y es los fantasmas que lo
habitan. Esta máxima se aplica bien sobre el trabajo narrativo de Gustavo Valcárcel Carnero.
Una de las cualidades
del cuento radica en su capacidad de deslumbramiento, ese ganarse nuestro
asombro a lo largo de su estructura.
Nuestro autor se ha
valido de su experiencia para reunir, como quien abre o cierra un abanico, tres
historias disímiles pero singularmente complementarias. Si Borges decía que son
cuatro los grandes temas de la literatura, en CUENTOS DESDE LA LUNA ROJA,
identificamos más: la solidaridad como un valor para la convivencia, la
esperanza como un sueño del que jamás debemos alejarnos y, con ellos, la otra
cara de la moneda, el lado oculto de la luna: la mentira, la lujuria, la
ambición, aquellos antivalores que le dan consistencia a cada texto porque
humaniza a sus personajes, les da esa vitalidad defectuosa que hace creíble
cada historia.
Otro mérito del libro
es el cuidado de su lenguaje. El narrador se ha preocupado de cada detalle, la
descripción y los diálogos son las técnicas que ha desarrollado con mayor
pulcritud, por eso podemos ingresar no solo a los escenarios donde sucede cada
acontecimiento, sino al interior de cada personaje, a ese mapa interno que nos
devuelve la función psicológica del cuento.
Con CUENTOS DESDE LA
LUNA ROJA la literatura nos entrega a un autor que se preocupa no solo con la
estructura de su libro sino a un escritor que bien ha valido haya tardado en
mostrarse porque con él regresa un creador comprometido, un escritor que estoy
seguro llegará con nuevas historias en las que el hombre y su dimensión
ontológica será siempre el leit motiv
que lo induzca a destruir el blanco de la página, aquí identificamos su
compromiso social (El sueño de Angelina), la tensión que cruza su primer texto
para reafirmarnos que la motivación no es puramente estética; sino sensorial y
sensitiva (Luna de miel) y, por supuesto, el
enfrentamiento de la lógica occidental contra la racionalidad de las
civilizaciones autóctonas, que desde la acción particular de sus
representantes, es real; a contracorriente de quienes la utilizan
periféricamente (El brujo de Pichanaqui).
Aquí, el cuento peruano, se
revitaliza. Gustavo Valcárcel Carnero ha escrito un libro contundente: con
nervios en la historia, con fibra en el lenguaje.
Sonia Bello, Maruja Valcárcel, Harold Alva y Gonzalo Otero.
Café Haití, Miraflores, julio 2014.