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Se habla de poesía escrita por mujeres como si se tratase de algo singular, cual modo extraño, como si enmarcarla al género le diese otra potencia. Yo no creo en eso. He leído “La flor de la gata”, el poemario que me convoca y con su lectura confirmo una vez más que la escritura como oficio o el poema como cuerpo es sin duda alguien que está más allá del sexo. Eva Velásquez le ha dado forma a una estructura sin ánimo de presentarse como una nueva voz de la literatura escrita por mujeres porque estoy seguro que a ella esta calificación tampoco le importa; ella ha escrito, ha poetizado, ha observado el movimiento de sus imágenes y las ha capturado con esa cárcel que tienen los poetas: la palabra, y ha hecho de esas visiones este registro impreso por donde circula su interioridad, la voz de sus fantasmas, sus cómplices de la noche de Quilca a quienes secuestra en un poema.
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Eva sabe suministrarle agua a sus versos. Sus emociones han sido capturadas en un proyecto escritural de la sutileza, Eva no se incendia con la violencia de la urbe, tampoco desciende a los inframundos de los poetas malditos, ella se mantiene al centro, ella está allí, horizontal, como quien asimila que en esa línea reposa el equilibrio que la nutre de ese poder para no poetizar desde los extremos, ella conoce los extremos, pero eligió entregarnos estos textos, estos poemas como manzanas de ese árbol a quien el mito judeocristiano califica de prohibido. Utilizo el término porque en un momento en el que la dignidad de las personas es insultada por la soberbia, por el egoísmo, el hombre de esta época no debería merecer estos poemas. Este libro como un premio. Pero Eva Velásquez es poeta, Eva Velásquez ha escrito desde su estremecimiento.
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Ancash que cuenta entre sus escritores a Carlos Eduardo Zavaleta, Julio Ortega, Oscar Colchado Lucio, Dante Lecca, Ricardo Ayllón, Augusto Rubio, entre muchos otros, suma a Eva Velásquez a su nómina de notables y nos confirma que la literatura más allá de Lima todavía es capaz de sorprendernos, de jalarnos las orejas para decirnos que allí hay otros centros donde la cultura tiene movimiento, donde el arte en sí es prolífico.
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“La flor de la gata”, por la forma cómo Eva encabalga sus versos, podría situarlo entre esos escasos libros donde la turbulencia no aniquila la intensidad del yo poético, quizá por eso cada poema se presenta como una historia, o como expresiones reticentes que dejan finales abiertos para que el lector lo concluya, entonces se despersonaliza la emoción y el poema adquiere otra fuerza: el poema es de Eva pero ya no le pertenece.
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Yo felicito a Eva Velásquez por esta nueva entrega. Eva es una poeta a quien leo desde “Oleaje de mujer” el libro que publicó hace seis o siete años, leí después su “fantasía desplegada”, conjunto de poemas que disfruté en Caral cuando coincidimos en un encuentro de poetas el año 2007; no tenía noticias de ella mas que por el MSN, por eso cuando me invitó para que presente su nuevo libro acepté con entusiasmo. Presenciar que está vigente, que continúa escribiendo, que sigue cómplice de la noche limeña, que participa en recitales, que durante estos años ha logrado algún premio y que publica en diversos medios físicos y virtuales es un poderoso motivo para celebrarla y para agradecerle su persistencia por continuar en esta ruta en la que no siempre somos entendidos.
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Felicidades por estas flores de la gata.
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Eva sabe suministrarle agua a sus versos. Sus emociones han sido capturadas en un proyecto escritural de la sutileza, Eva no se incendia con la violencia de la urbe, tampoco desciende a los inframundos de los poetas malditos, ella se mantiene al centro, ella está allí, horizontal, como quien asimila que en esa línea reposa el equilibrio que la nutre de ese poder para no poetizar desde los extremos, ella conoce los extremos, pero eligió entregarnos estos textos, estos poemas como manzanas de ese árbol a quien el mito judeocristiano califica de prohibido. Utilizo el término porque en un momento en el que la dignidad de las personas es insultada por la soberbia, por el egoísmo, el hombre de esta época no debería merecer estos poemas. Este libro como un premio. Pero Eva Velásquez es poeta, Eva Velásquez ha escrito desde su estremecimiento.
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Ancash que cuenta entre sus escritores a Carlos Eduardo Zavaleta, Julio Ortega, Oscar Colchado Lucio, Dante Lecca, Ricardo Ayllón, Augusto Rubio, entre muchos otros, suma a Eva Velásquez a su nómina de notables y nos confirma que la literatura más allá de Lima todavía es capaz de sorprendernos, de jalarnos las orejas para decirnos que allí hay otros centros donde la cultura tiene movimiento, donde el arte en sí es prolífico.
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“La flor de la gata”, por la forma cómo Eva encabalga sus versos, podría situarlo entre esos escasos libros donde la turbulencia no aniquila la intensidad del yo poético, quizá por eso cada poema se presenta como una historia, o como expresiones reticentes que dejan finales abiertos para que el lector lo concluya, entonces se despersonaliza la emoción y el poema adquiere otra fuerza: el poema es de Eva pero ya no le pertenece.
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Yo felicito a Eva Velásquez por esta nueva entrega. Eva es una poeta a quien leo desde “Oleaje de mujer” el libro que publicó hace seis o siete años, leí después su “fantasía desplegada”, conjunto de poemas que disfruté en Caral cuando coincidimos en un encuentro de poetas el año 2007; no tenía noticias de ella mas que por el MSN, por eso cuando me invitó para que presente su nuevo libro acepté con entusiasmo. Presenciar que está vigente, que continúa escribiendo, que sigue cómplice de la noche limeña, que participa en recitales, que durante estos años ha logrado algún premio y que publica en diversos medios físicos y virtuales es un poderoso motivo para celebrarla y para agradecerle su persistencia por continuar en esta ruta en la que no siempre somos entendidos.
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Felicidades por estas flores de la gata.
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* Texto leído el 28 de abril en el club Puno en la presentación de "La flor de la gata" de Eva Velásquez Lecca. En la presentación me acompañó en la mesa Héctor Ñaupari, y en la música estuvo "el Kiri" Escobar, Julio Humala y Pedro Salazar.