Escribir un texto para compartir lo que nos ha sucedido, vestir con palabras la anécdota, darle cuerpo a nuestras experiencias, intentarlo como un testimonio y construir una novela es una tarea complicada. No es sencillo, alguien, apresuradamente opinaría que no es difícil si lo que se hará es narrar lo que se sabe, esa impresión es desacertada, es completamente ajena a la verdad, escribir desde nuestra experiencia es enfrentarnos cuerpo a cuerpo con aquello que aún tenemos en la memoria como carne que está viva, apelar a la imaginación es menos doloroso ¿Cómo maquillo el sufrimiento con el que me he dolido tantos años? ¿Cómo lo saco de las vísceras sin ensuciarme la sonrisa?: escribir una novela testimonial es como clavarse una puñalada en la palma de la mano, es casi como aplicarse un aguijonazo en la frente a sabiendas de la cicatriz y la hemorragia.
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Soy de los escritores que no creen en la división por género de la literatura, lo he dicho en varias oportunidades, la clasificación me tiene sin cuidado; creo en la literatura como oficio asexual que no guarda compromisos con definiciones modernas como la ética o los valores: la literatura es un cuerpo conciso cuya estructura está más allá del cuento judeocristiano de lo bueno y de lo malo, es esa búsqueda sin bandera por la plenitud de la expresión para satisfacer al cuerpo y la conciencia individual de quien la escribe. Por eso leí EN LOS SOFÁS DE EUROPA, la primera novela de Liliana Ramos, que más que un testimonio bien podría leerse como una crónica íntima, como una cartografía, como un mapa particular cuyas bahías, cordilleras o metrópolis son pautadas por lo que Liliana ha experimentado no desde lo físico de los espacios sino desde las personas con quienes ha sufrido sus propios accidentes.
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Lo cronológico se da por la forma cómo ha sido desarrollada como proyecto. No juega con las técnicas. Liliana apela a su memoria, por eso inicia con la jovencita de 19 años que necesita trabajar para sostener sus estudios y nos presenta al saque un panorama del hogar en donde vive: una madre preocupada en quien según ella es el gran amor de su vida y una casi adolescente que empieza a sentir el sabor de la frustración al comprender que su palabra es muda ante quien se supone es la columna donde ella debería apoyarse. Si adentro estaba sola entonces las respuestas las encontraría afuera, y parte. Y empieza su itinerario de vida que la llevará desde Bolivia hasta Italia, conocerá Miami, regresará a Perú y volverá de nuevo a Italia, a las europas donde seguirá buscándose y buscando ese complemento pueril que no sabemos por qué nos llena tanto: “el amor”. No pienso ser un aguafiestas así que no voy a contarles la historia, pero si quiero detenerme en algunos detalles que me impulsan a recomendarla: la descripción de las ciudades: dije al inicio que esta novela también puede leerse como crónica que ha sido enriquecida por la seguridad de quien estuvo físicamente en los escenarios que le sirven como mapas para el texto, lo que de hecho nos hace viajar de la mano con Liliana y ser testigos de los hábitos o costumbres de las ciudades elegidas. El humor: si bien este testimonio empieza como una confesión dolorosa, ya en la búsqueda el humor es otro de los elementos que hará que disfrutemos su lectura, la forma cómo le ha dado vida a los personajes, o mejor dicho la nitidez con la que los ha trasladado a la novela. Los diálogos: su claridad en la comunicación hacen de EN LOS SOFÁS DE EUROPA un texto que debe leerse para reencontrarnos.
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He leído novelas testimoniales como Un millón de muertos de José María Gironella, A sangre fría de Truman Capote, aún considerada por muchos como la primera del género; Los ejércitos de la noche de Norman Mailer (1968), Soldados de Salamina de Javier Cercas o Paula de Isabel Allende y debo confesar que es el género con el que más identifico, por eso cuando su editor me pidió que presente esta novela acepté gustoso; he disfrutado y me he dolido con EN LOS SOFÁS DE EUROPA y es particularmente ese viaje intrahistórico a los extremos lo que me permite recomendarla.
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Soy de los escritores que no creen en la división por género de la literatura, lo he dicho en varias oportunidades, la clasificación me tiene sin cuidado; creo en la literatura como oficio asexual que no guarda compromisos con definiciones modernas como la ética o los valores: la literatura es un cuerpo conciso cuya estructura está más allá del cuento judeocristiano de lo bueno y de lo malo, es esa búsqueda sin bandera por la plenitud de la expresión para satisfacer al cuerpo y la conciencia individual de quien la escribe. Por eso leí EN LOS SOFÁS DE EUROPA, la primera novela de Liliana Ramos, que más que un testimonio bien podría leerse como una crónica íntima, como una cartografía, como un mapa particular cuyas bahías, cordilleras o metrópolis son pautadas por lo que Liliana ha experimentado no desde lo físico de los espacios sino desde las personas con quienes ha sufrido sus propios accidentes.
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Lo cronológico se da por la forma cómo ha sido desarrollada como proyecto. No juega con las técnicas. Liliana apela a su memoria, por eso inicia con la jovencita de 19 años que necesita trabajar para sostener sus estudios y nos presenta al saque un panorama del hogar en donde vive: una madre preocupada en quien según ella es el gran amor de su vida y una casi adolescente que empieza a sentir el sabor de la frustración al comprender que su palabra es muda ante quien se supone es la columna donde ella debería apoyarse. Si adentro estaba sola entonces las respuestas las encontraría afuera, y parte. Y empieza su itinerario de vida que la llevará desde Bolivia hasta Italia, conocerá Miami, regresará a Perú y volverá de nuevo a Italia, a las europas donde seguirá buscándose y buscando ese complemento pueril que no sabemos por qué nos llena tanto: “el amor”. No pienso ser un aguafiestas así que no voy a contarles la historia, pero si quiero detenerme en algunos detalles que me impulsan a recomendarla: la descripción de las ciudades: dije al inicio que esta novela también puede leerse como crónica que ha sido enriquecida por la seguridad de quien estuvo físicamente en los escenarios que le sirven como mapas para el texto, lo que de hecho nos hace viajar de la mano con Liliana y ser testigos de los hábitos o costumbres de las ciudades elegidas. El humor: si bien este testimonio empieza como una confesión dolorosa, ya en la búsqueda el humor es otro de los elementos que hará que disfrutemos su lectura, la forma cómo le ha dado vida a los personajes, o mejor dicho la nitidez con la que los ha trasladado a la novela. Los diálogos: su claridad en la comunicación hacen de EN LOS SOFÁS DE EUROPA un texto que debe leerse para reencontrarnos.
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He leído novelas testimoniales como Un millón de muertos de José María Gironella, A sangre fría de Truman Capote, aún considerada por muchos como la primera del género; Los ejércitos de la noche de Norman Mailer (1968), Soldados de Salamina de Javier Cercas o Paula de Isabel Allende y debo confesar que es el género con el que más identifico, por eso cuando su editor me pidió que presente esta novela acepté gustoso; he disfrutado y me he dolido con EN LOS SOFÁS DE EUROPA y es particularmente ese viaje intrahistórico a los extremos lo que me permite recomendarla.
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