Escribe: Winston Orrillo
A 49 años de sucedida la hecatombe en nuestro primer coloso deportivo, Dimas Arrieta Espinoza (Huancabamba, 1964) la recrea, pero desde un punto de vista sui generis. En efecto, su novela breve “Los fantasmas del Estadio Nacional” (Editorial Summa, 2013), aborda los sucesos del 25 de mayo de 1964, recrea sus infaustos sucesos, desde una perspectiva mágico-religiosa.
Con un estilo que ya va siendo común en él, a partir de sus inicios, hace veinte años (1993), con su “Canto a las Huaringas”, comienzo de un proyecto de homenaje al mundo mítico y mágico de los curanderos de la sierra piurana (completado con “En el reino de los guayacundos” (2003) y “El jardín de los encantos” (2008); Dimas Arrieta es un paradigma de escritor joven que brega con la palabra creativa, lo que se traduce en su abundante obra narrativa: en cuento: “Los Majoteros y otras historias gastronómicas” (2010); “La venganza del viringo” (2011), “De cómo una carpeta se convirtió en escalera” (2011). Y, en narrativa de aliento, fue nada menos que finalista en el “Premio Cope Internacional de Novela, 2009”, con su obra “Corazón de viento, bitácora del explorador”.
Catedrático en la Universidad Villarreal, Magíster en Literatura, él es egresado del Doctorado en Literatura de la UNMSM. Colaborador del Suplemento Variedades del diario El Peruano -donde ejerce la crítica literaria- Dimas es paradigma de hombre dedicado a las letras, todo logrado a puro pulso y con el ejercicio de una impertérrita e indesmayable voluntad, pues su origen y circunstancias lo alejan de las mafias y camarillas literarias realmente existentes. Acaba él, asimismo, de publicar una recopilación de su obra lírica (que comentaremos oportunamente), en conmemoración de los 25 años de la edición de su primer poemario.
La presente narrativa podría asimilarse a lo que se llama nouvelle, y es una reflexión sobre los pormenores -una suerte de “balance y perspectivas”- de lo acaecido en aquella fatídica fecha, en tanto en cuanto su proyección ha sido como una suerte de sombra negra para el futuro siniestro del fútbol peruano, que el autor atribuye a la condición supérstite de una mala aura, ocasionada por los varios cientos de muertos de los sucesos de aquel mayo de 1964; todo visto desde la perspectiva de un ojo proveniente de los estratos populares (que son, precisamente, los de su autor). Y, más concretamente, de alguien de la zona norte del país: “De vivir, vivir, no hay como los norteños; creo que nosotros sí sabemos darle ese verdadero sentido: vivir. Mucha gente solo mora, pasa su tiempo sin darse cuenta del verdadero sentido que tiene su destino y su misión en esta Tierra”.
En resumen, la tragedia del Estadio Nacional generó una atmósfera deletérea que ha perseguido a la Selección de fútbol, y que, para el humilde gasfitero Falla, es la que no le ha permitido brillar en el balompié mundial… para acabar con la cual, se vincula con una morena rezadora, “Mamá Sarita”, que le da una fórmula estrambótica, destinada a exorcizarlo todo.
En fin, la solución, de este modo, no tiene, pues, nada de terrenal y con ello volvemos a un mundo que Dimas Arrieta maneja a la perfección, máxime en esta narración corta que combina tanto el relato situacional, como la perspectiva futura, mientras nos sumergimos en reflexiones como las de la sabiduría popular de la inefable “Mamá Sarita” que podría resumirse en esta frase suya: “No hay peor demonio que nos domine tanto como el de nuestros propios miedos”.
En la foto 2: Alberto Benavides Ganoza, Dimas Arrieta, Tania Libertad, César Calvo.