“Tú escribes como quien ha roto su lengua
para
penetrar con los nervios las respuestas de la tarde”.
H.A.
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Escribe: Winston Orrillo
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“Una poesía con otra forma de decir las cosas”, dice,
acertadamente, el vate y crítico, Dimas
Arrieta, en la nota de contracarátula de CIUDAD DESIERTA, Summa editores, 2012, la más reciente obra del joven
(Piura, 1978) poeta y hombre de letras, Harold
Alva Viale.
Un breve volumen, para
decirlo de entrada, que es congruente con una poética del desasosiego, de la
angustia, de todo aquello que nos visita en lo que el maestro Borges llamaba
“la atroz lucidez del insomnio”. Y esto último no es una casualidad, porque una
suerte de subtítulo del texto es “Apuntes
para convivir con el insomnio”
La columna del suscrito es,
lamentablemente, exigua en espacio, por lo que, si nos detenemos en el desmesurado
currículo de Harold, se nos va la mitad de aquél, por lo que nos limitamos a
señalar su más de media docena de poemarios, una novela, una saga de cuentos
para niños y otras seis antologías, amén de sus viajes al extranjero, como
invitado especial a certámenes de líridas, la traducción de sus versos y su
trepidante condición de editor, Altazor,
2009/2011 y, actualmente, Summa, así
como la dirección de la revista de cultura y política “Contrapoder”; y, por si fuera poco, fue Editor de la Revista del Foro del Ilustre Colegio de
Abogados de Lima. (Habrá, el curioso lector, de preguntarse cómo se hace
para tener tal multiforme y plural cúmulo de actividades. Sólo él lo sabe,
aunque sotto voce se comenta que,
gracias a su insomnio pertinaz, puede vivir, al mismo tiempo engolfado en
actividades tan exigentes y disímiles).
El presente es un libro, al
parecer, producto de aquél (el insomnio) y, por ello, las imágenes nocturnas se
suceden y abarcan la gran continuidad de estos versos (en prosa), con ecos
precisos de Lautremont, Rimbaud y Artaud, en su violencia lingüística y en el
cúmulo de desazón que nos transmiten: “NOCHE
QUÉ PRETENDES AHORA cuando he sido declarado un hombre muerto Yo pensé que
evitar el respiro había sido suficiente para que me exculpes de tu salivazo
siniestro”.
El poeta, como sucede desde Baudelaire, es un animal
urbano: la ciudad, en este caso Lima, es su leit
motiv, y su retrato no deja de producirnos una sensación de escalosfrío: “LIMA LLEGA CON LOS BRAZOS helados a tocarme
y yo me refugio en tus palabras que aparecen como leños Me abrigo con ellas…”
Y, en cuanto al estilo, la
singularidad de Alva, en la poética peruana ad
usum, se da en la extremada situación límite de su tratamiento literario: “Tú escribes con la lengua muerta de los
resucitados Con la visión de un ángel que destroza lo inefable Tú escribes con
los huesos Tu palabra tiene sentido porque en sus llagas reconozco el osario de la niebla Las hojas que tiritan
al contacto de fantasmas que retornan para liquidar tu nacimiento”.
Pero, paradójicamente, aquí
está la clave: la poesía es, entonces, la única salvación. El poetizar es un maderamen
en el que el bardo, transido, se refugia: es su boya con la que puede cruzar el
piélago, dilacerado y fragoroso, de la urbe: “Miré los postes Me conmoví con la sombra de un pájaro que volaba sobre
el hotel Bolívar y corrí hacia donde tú estabas”.
No hay mucho, pues, de
diáfano en estos versos en prosa retorcida, nocturna y terebrante: “UN POEMA COMO LA NOCHE que se
difumina con la luz solitaria de los postes Un poema como tus manos sobre el
vidrio Como tu don para quebrar mi hábito de asceta Como tu risa Como el aire que intenta romper
la lengua de las puertas”.
Y aquí está una clave que,
por fin, nos permite hallar una salida: el poema de amor, expresado con una
aguda sensibilidad, que es como un camino por el que se nos conduce de vuelta a
la vida: “TOCO TU VOZ: sepulto mi corazón
en una esquina La tarde abandona su sombra con la inquietud de un pájaro que
silba como un semiota confundido frente a un quipu Y nadie se acerca Toco tu
aire La velocidad de tu emoción suspendida
en los símbolos de una pununa Y nadie nos cerca Nadie ahora que mis ojos
se quiebran". (Repárese en el no uso de la puntuación).
Y así, como éste que hemos
escogido al azar, hay varios otros: un espléndido ejemplo es el que citamos
para concluir: “PUEDO DETENERME TODA LA
NOCHE a mirar el mundo desde tus ojos Lo sabes: y si los cierras dejaría de
verlo pero no de recorrerlo Cuando cierras los ojos me acercas el mundo: tu
mundo Mi único mundo”
Hay, igualmente, en el
libro, una colección de preseas poéticas, en cierta forma como haikus, de los
cuales escogemos los siguientes: “SI ESTUVIERA ALLÍ no solo estarías/ en mis
brazos”, “GRACIAS POR ESTAR ALLÍ Contigo la noche/ tiene otra distancia Otro
sabor Otra música a/ pesar de mi inestabilidad auditiva”, “INTENTO DETENER LOS
CABALLOS de tu furia/ Me sujeto de tus crines En tu ira reposo mi/ violencia con la ternura
de una ola” “TÚ CREES EN DIOS Yo creo en tus dientes/ Creo en la lengua imperativa de tu espalda”, y
“UN PÁJARO CANTA Y LA TRISTEZA LE EXIGE que a su trino le borre el nombre de su
pájara”.
Y, el último, congruente
con la temática misma del breve volumen: “TU BOCA COMO LA MANO DE UNA ACUARELA/
de Delacroix difuminándose a medianoche/ mientras mi voz se detiene sobre el
mármol/ de una banca y la niebla ya no se aproxima”.
Harold Alva nos informa que
el presente libro es solo parte de una publicación mayor que, por cierto,
esperamos con viva ansiedad.