Gracias a él aprendí a
leer a César Vallejo. Tuve la oportunidad de asistir al reconocimiento que le
hizo la Pontificia Universidad Católica por sus cuarenta años como catedrático.
Aprendí a respetarlo leyendo sus comentarios en un diario de circulación nacional,
primero en el suplemento, después en su columna de los jueves, pero sobre todo
en los muy bien solventados estudios que sirvieron como prólogos a obras cuyas
lecturas deberían ser imperativas: su trabajo sobre la poesía vanguardista del
Perú, sus investigaciones sobre José María Arguedas, sus acercamientos
a Joyce, Proust, Kafka, Mann y el mundo judío; pero sobre todo su
preocupación por hacer de sus discípulos verdaderos críticos. Presidente del
jurado de los más importantes premios literarios, Miembro de Número de la
Academia Peruana de la Lengua, poeta con varios libros publicados,” Lectura
Mundo”, su poesía reunida nos reconcilia con el bardo fundador de una
generación que continúa marcándole la pauta a las nuevas propuestas. Se inició
con CIRLE, el grupo de escritores de la PUCP que tuvo entre sus integrantes a
Luis La Hoz y Nicolás Yerovi. Ricardo González Vigil es propietario de una obra
que le ha dado a nuestro proceso páginas notables. Con él la crítica literaria
fue asimilada con atención en el tablero de la investigación latinoamericana.
Valiente defensor de temas que para muchos son polarizantes, su conocimiento lo
ha legitimado como un referente: nuestro referente. Su famoso Recuento de Fin
de Año es una de las páginas más esperadas por quienes hacen literatura en el
Perú. Por él han pasado miles de libros cuyas aproximaciones valieron para
considerarlos entre nuestras más inquietantes lecturas. Honrar su trabajo
debería ser motivo para reunirnos y entender el curso de los movimientos y tradiciones
que se han sucedido a lo largo de todas estas décadas.