Hace quince años prometí dedicarme a la promoción cultural y
desde allí intervenir con otra forma de hacer política: me dediqué a escribir y
editar libros. Publiqué una colección de literatura peruana en la que cada uno
de los títulos se vendía a un nuevo sol. Ése fue mi modo de hacer política. Yo
no creo en los anarquismos, no creo en el comunismo. El anarquismo es una
utopía y los comunistas del siglo XX han leído pésimamente a Marx. Creo como
Hayek que la civilización es fruto de inesperados y graduales cambios en los
esquemas morales, y que por mucho que nos desagrade nos vemos obligados a
concluir que el hombre no está al alcance de establecer ningún sistema ético
que pueda gozar de validez universal, pero creo en las instituciones y en las
leyes que pueden detener a sus instintos de animal y liberar al ser racional
que aspira vivir en armonía en una sociedad segura sin la sombra de tiranías y
dictaduras. Por eso pretendo hacer de
esta columna una trinchera para fortalecer el quehacer cultural porque
el arte, en todas sus manifestaciones, constituye esa columna que nos vincula
desde la pluralidad, desde la emoción, desde la búsqueda. Pienso que el Perú
goza de un momento de crisis que le ha servido a los actores culturales para
encontrar respuestas y ejecutar acciones que nos han permitido ser partícipes
de la existencia de un sinnúmero de sellos editoriales, de una FIL que con sus
defectos y virtudes coloca al Perú en altas expectativas, de la apertura de
galerías, de ferias gastronómicas y de un equipo de fútbol que nos está
devolviendo la ilusión de soñar. Apuntes de occidente es una ventana, un
espacio para comentar con libertad sobre personajes, libros, música, teatro y
exposiciones. Aquí hay un lugar independiente.
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(Artículo publicado en Expreso el 5 de julio de 2015)