Cuando
José Carlos Yrigoyen dejó de publicar poesía y empezó a compartir en redes sus
opiniones sobre libros (Nosotros matamos menos, Poema inútil), muchos
imaginamos que el Perú había ganado un ácido crítico que sería una especie de
censor –necesario- para calificar lo que se está produciendo. Antes publicó un
extenso ensayo: “La hegemonía de lo conversacional” (2009), posteriormente dos
libros: “Poesía en Rock” (2010) y “Crimen,
sicodelia y minifaldas: un recorrido por el museo de la serie B en el Perú”
(2014). Lo que no imaginamos fue que JCY ingresó,
voluntariamente, de la mano de la prosa, a una especie de catarsis para
reconstruirse a sí mismo saldando con el pasado una vieja deuda: el conflicto
con el padre y nos sorprendió, hace algunas semanas, con la publicación de
“Pequeña novela con cenizas”, un texto en primera persona que narra la historia
de un escritor sobre una escena decadente que lleva como sombra las agresiones
del padre de quien intentó vengarse construyendo a un personaje homoerótico
-que nos sirve como pista para desentrañar los versos del propio Yrigoyen- en
paralelo a su investigación sobre Pier Paolo Pasolini, el poeta y cineasta
italiano asesinado brutalmente en Ostia en 1975. No sé si el escritor haya
vencido sus fantasmas, no sé si la literatura funcione como terapia, pero el
resultado es una obra valiente que no se reduce a capturarnos alrededor de sus
personajes: José Carlos nos pone frente a dos momentos de la historia cuyos
conflictos y dramas persisten. En “Pequeña novela con cenizas”, Yrigoyen hace
del lenguaje un tercer personaje que nos mantiene atentos intensificando su
tensión con la destreza de alguien que no es nuevo en esto. Esta novela es una
obra puntual e intensa que confirma a un escritor que desde hace rato juega en
otras ligas.