Perú
es un país donde las reglas no se respetan. ¿Es el único? No, pero sí somos un
lugar donde esos índices crecen espantosamente. Lo curioso es que todos somos
testigos (y culpables), pero nadie, o muy pocos, hacemos esfuerzos por revertir
esta situación. Vivimos tan sumergidos en la informalidad que ver una acción
distinta es casi extraordinario. Uno de aquellos pocos peruanos preocupados en
transformar esta tradición es Pedro Morillas, el empresario de
turismo que ha hecho suya la bandera de trabajar por el respeto. Para ello ha
escrito un libro como agente de cambio: País
combi, en donde cual cirujano social nos presenta un diagnóstico sobre las
enfermedades que padecemos. Cuando empezamos a leer País combi, confirmamos que los
síntomas de la informalidad y la ausencia de valores son alarmantes: vehículos
como una gran metáfora con conductores expertos en burlarse de la ley,
instituciones avasalladas por la ineficacia y la corrupción, ciudades que
crecen irresponsablemente, familias que llegan a los grandes centros de poder
por necesidad; una capital que debería mudarse, peruanos que hablamos todos los
días del cambio social y no somos capaces ni de pagar nuestros impuestos,
programas de televisión como prolongados repertorios de la burla y la tragedia,
expertos en potenciar el morbo de millones de televidentes, hambrientos por
enterarse de los traumas y la vida de una farándula intrascendente. Pedro Morillas a través de este agente de cambio no nos habla, nos grita
nuestra crisis, nos llama al ruedo, nos configura la gran tragedia nacional. El Perú como una combi
es una descarnada metáfora ¿Es tarde para revertir esto? No. Preocupaciones
como el voto obligatorio, la educación, las universidades, la falta de
autoestima, la inseguridad ciudadana; son los temas que –aconseja- deben ponerse
en el debate de la verdadera agenda nacional.
.(Artículo publicado en Expreso el 26 de junio del 2015)